jueves, 22 de septiembre de 2011

AÑÓN


Junto a las aguas que bajan del Moncayo
se instalaron los comendadores
de la Orden de San Juan.


Corren por estas tierras
aguas brotadas del alma de hierro del monte,
aguas habitadas,
aguas que transmiten saberes antiquísimos
a quien sabe mirar en su fondo.


Nacen estas aguas
en medio del misterio y el espanto,
en la oscuridad y el silencio.
Recorren, subterráneas,
profundas simas, caminos solitarios, ásperos roquedales.
Se bañan en ellas
lobos salidos de sombrías guaridas.


Brotan estas aguas
en el monte horadado,
en el monte poblado por espíritus
surgidos del Averno.
En este monte
por la noche se oyen aullidos sobrenaturales
y se ven sombras brillantes
que se mueven rápidas por la ladera,
se ven ojos ardientes
que acechan en lo profundo del bosque,
en las grietas inaccesibles de las peñas,
en cavernas que comunican con el infierno.
En sus galerías
se conservan secretos milenarios
protegidos por un aire envenenado.
Allí se guardan palabras ilegibles.
En ese laberinto hechizado
se escuchan ruidos confusos,
gemidos, risas,
respiraciones inidentificables,
crepitar de fuego,
ulular de viento,
rumor de agua escondida.


La campana de la iglesia del minúsculo pueblo
se esfuerza hora tras hora por ahuyentar el miedo,
por romper los conjuros,
por vencer a los poderes de los trasgos,
de los genios de la montaña,
de los silfos del bosque.


¿Por qué vinieron a este remoto enclave
los comendadores de la Orden de San Juan
a construir su castillo-palacio?
¿Qué misterio buscaban?
¿Qué secreto quisieron descifrar
en estas aguas habitadas?


Se cuenta
que antiguos ejércitos atravesaron, en correrías nocturnas,
el interior de la montaña
por caminos hoy olvidados.
¿Qué encontraron en esas interminables cuevas?


Aquí sembraron, aquí cosecharon,
aquí pastorearon,
aquí vigilaron caminos
los monjes de la Orden de San Juan.
Pero ¿qué buscaban?
¿Por qué se instalaron aquí,
en este remoto lugar,
sus comendadores?


Aquí vinieron, después, los poetas,
a tratar de leer esas palabras
que nadie había entendido.
Poetas-soldados, como el marqués de Santillana,
trataron de dar sentido a esas palabras
grabadas en el hierro por el agua
que baja incandescente de las cumbres de hielo.
Pero el secreto
quedó enterrado con el último monje.



Aquí los comendadores
construyeron un palacio,
roturaron tierras,
estudiaron el cielo,
escucharon el rumor de aguas subterráneas.
¿Qué buscaron en ese agua
que aflora por doquier?
Agua mágica
que produce alucinaciones,
que permite ver lo invisible,
que otorga poderes.
De ese agua dorada bebieron.
en ese agua dorada empaparon sus armas.


Se llevaron con ellos el secreto.
Vemos manantiales dorados
que afloran por doquier
y no sabemos qué poderes otorgan esas aguas
porque los comendadores
se llevaron con ellos el secreto.

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