jueves, 15 de septiembre de 2011

TRASMOZ, III


El pueblo de las brujas.
Aquí viven las brujas.
En este gran páramo
a los pies del Moncayo,
en el Somontano.

Quizá fue el viento el que las trajo aquí,
el que las condujo a estas casitas
en torno del castillo ruinoso,
junto al cementerio.


En lo alto de la loma, al lado del castillo,
una oscura estatua de Bécquer
preside el paisaje vacío.


Quizá la han hecho las brujas
por la noche
y por eso es tan oscura.


En el cercano camposanto
las cruces están clavadas en el suelo,
torcidas, oxidadas.

Quizá las brujas se reúnen aquí
por la noche
para hablar con los muertos.


Son muertos inhumados en la tierra,
sin lápida, sin más protección
que una cruz mal clavada en el suelo;
pueden salir de sus tumbas fácilmente
para hablar con las brujas
por la noche.


Ladera abajo
se agrupan las casitas.
Las casitas del pueblo de las brujas.

Paseo por las callejuelas,
de vez en cuando me cruzo con alguna persona
y me pregunto si será una bruja
disfrazada.


Las casitas son raras,
sus moradores son raros,
me miran de un modo raro,
cuchichean,
sonríen con sonrisas raras.

Quieren darme miedo
pero no lo consiguen.
No saben que yo también
hablo con los muertos,
que yo también frecuento los cementerios,
que yo también conozco a los fantasmas que habitan
los castillos en ruinas.
No me asustan.
Escucho risitas y murmullos
tras las ventanas.
Escucho pisadas que me siguen.
Me vuelvo y no veo a nadie.
Escucho el viento que ha traído hasta aquí
a estas brujas amigas de Bécquer.


Quieren darme miedo
pero son brujas inofensivas.
Quieren darme miedo
para que me vaya y las deje
a solas con los muertos,
a solas con Bécquer.


No les gustan las visitas.
No les gusta que nadie se introduzca
en su vida rara.

No saben que mi vida también es rara,
que las entiendo,
que a mí tampoco me gustan los intrusos.
Que yo también conozco, como ellas,
a los habitantes de los castillos en ruinas.


Me voy y, mientras me alejo
por el sendero blanquecino,
sigo escuchando detrás de mí los cuchicheos
de las brujas que han erigido una estatua
a Gustavo Adolfo Bécquer
en medio del páramo
azotado por el viento del Moncayo,
en el Somontano.



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ACTUALIZACIÓN:

Abril de 2014:


(La Voz de Galicia, 25 de abril de 2014)

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