lunes, 28 de noviembre de 2011

SAN JUAN DE LA PEÑA, VII




En 1213 de nuevo el rey Jaime I
aparece como un Rey del Grial, de advenimiento milagroso:

Jaime I el Conquistador

“milagrosa” es su concepción,
“milagrosa” la elección de su nombre,
“milagrosa” su educación templaria,
“milagrosa” su espada,
que le es entregada por los caballeros del Temple que lo asisten...

Martín I el Humano

En 1399 el rey Martín el Humano
comunicó al monasterio de San Juan
su deseo de poseer el Cáliz.
Mediante escritura pública,
los monjes accedieron a la petición del monarca
y el Cáliz fue llevado al palacio de la Aljafería,
la residencia real, en Zaragoza.

Terminaba así la estancia del Grial en el templo pirenaico.

Durante unos años,
el Santo Cáliz estuvo en la capilla del palacio zaragozano.

Martín I el Humano

Martín el Humano murió en 1410 sin sucesión.
Pasaron dos años en los que el Reino estuvo sin rey.

En 1412 los representantes del Reino, reunidos en Caspe,
decidieron entronizar a Fernando de Antequera,
sobrino de Martín.

En 1416 murió don Fernando y le sucedió su hijo, Alfonso V.


***


En 1424 Alfonso solicitó que el Santo Cáliz
le fuese llevado al palacio real de Valencia, donde habitaba.

En algún momento
el Cáliz había sido trasladado de Zaragoza a Barcelona,
pues es de la ciudad condal de donde le envían el Vaso al soberano.

Alfonso V el Magnánimo. Valencia

Valencia se impregnó de grialismo
como no lo habían hecho Zaragoza ni Barcelona
durante el tiempo en que la Copa estuvo en ellas.

Alfonso V el Magnánimo

Alfonso el Magnánimo, rey guerrero y sabio,
deseoso de hazañas y conquistas,
se identificó con los Reyes del Grial
y consideró sus campañas mediterráneas,
las campañas sobre las cuales en Valencia
el monarca había escuchado profecías,
como su personal Búsqueda, su “Siti Perillós”.

Galahad ante el Asiento Peligroso

Hasta tal punto se sintió identificado con los antiguos héroes,
que eligió el dibujo del Asiento Peligroso,
del trono vacío, en ocasiones rodeado de llamas,
como divisa propia.

Alfonso V el Magnánimo

En las múltiples reproducciones de la divisa
realizadas por encargo del rey,
una de las leyendas que rodean el dibujo del sitial en llamas,
la filacteria “Virtut apurar no’m fretura sola”
(“No me faltará virtud hasta el final”),
hacía referencia a la virtud que Galahad poseía
para encontrar el Grial.

Otro lema que se repite es el mote real “Seguidores vencen”,
que aludía directamente a la Búsqueda.

El Siti Perillós aparece en numerosos azulejos de cerámica palaciega,
encargados para Valencia y para Nápoles,
y también en las ropas del rey,
en la tienda y en la galera reales
e incluso en los uniformes de su ejército.

Divisa y lema de Alfonso V

Representa el asiento que sólo podía ser ocupado sin riesgo
por Sir Galahad, el caballero que alcanzó a ver el Grial.
Don Alfonso se presenta así como nuevo caballero del Grial,
digno de ocupar el trono y de llevar a buen término la Búsqueda.

Tras la conquista de Nápoles,
para su representación en el Arco Triunfal de Castel Nuovo,
don Alfonso escoge la misma iconografía:
Un asiento, esta vez ya no vacío, sino ocupado por el Rey.

Alfonso V. Nápoles, Castel Nuovo

Miles de azulejos encargó don Alfonso
al maestro ceramista morisco Joan Al-Murcí
para su palacio de Nápoles.
Azulejos en los que alternan como insignias reales
el “sitio peligroso”, el “libro abierto”
y el vaso con flores que identificaba a la Orden de la Jarra,
con la que el monarca condecoró a sus caballeros.
Miles de azulejos de la mejor cerámica de Manises
(“la más hermosa labor que hacerse pudiera”)
con los que revestir las estancias reales,
multiplicando interminablemente en el emblema
el recuerdo del Grial.

Alfonso V el Magnánimo

El rey aragonés era el nuevo emperador,
capaz de emprender el sueño de reunificar el Mediterráneo:
Cuando en 1453 los turcos ocupan Constantinopla,
Alfonso V se ofrece a defender la cristiandad,
asumiendo un papel mesiánico en la lucha contra el Maligno.
Y desde Alfonso V
los reyes de Aragón se intitulan asimismo reyes de Jerusalén.

***

También Joanot Martorell sueña
con la reconquista de la fortaleza caída,
la Cruzada de la recuperación de la perdida Constantinopla,
aunque sólo fuera en la ficción.

En Tirant lo Blanc, la novela del valenciano Joanot Martorell,
se alude en determinado momento a cómo los cortesanos,
en el palacio del Emperador de Grecia, en Constantinopla,
pasan a una gran sala maravillosa,
de muy resplandeciente pavimento,
y con las paredes historiadas con tapices:
«Les ymatges de les parets divisaven diverses històries
de Bèorç e de Perceval e de Galeàs,
com complí l’aventura del Siti Perillós;
e tota la conquista del Sanct Greal s’i demostrava.»
(«Las imágenes de las paredes mostraban diversas historias
de Boors y de Perceval y de Galahad,
cómo cumplió la aventura de la Silla Peligrosa,
y toda la conquista del Santo Grial estaba allí pintada»).
(cap. 119)

Tirant lo Blanc

El propio caballero Tirant
porta como cimera una reproducción del Santo Grial:
«Per cimera portava quatre pilars d’or,
e damunt lo Sanct Greal,
fet a manera d’aquell que Galeàs, lo bon cavaller, conquistà.
[...] Ab hun mot que deya: “No ha virtut que en ella no sia”».
(«Llevaba por cimera cuatro pilares de oro,
y encima el Santo Grial,
hecho a manera de aquel que el buen caballero Galahad conquistó.
[...] Con un mote que decía: “No hay virtud que en ella no sea”»).
(cap. 189).

***

En 1436 Alfonso V partía para Nápoles
y el Cáliz era depositado en la catedral de Valencia.
El 18 de marzo de 1437 se redactaba
la escritura de donación del Cáliz a la seo valenciana.
El notario Jaime de Monfort se refería a él en el documento como
«lo calzer hon Jhesus Christ consagrà lo sanguis
lo dijous de la cena».

La Última Cena. Juan de Juanes (s. XVI)

El Grial ya no saldrá de Valencia más que ocasionalmente.

Mientras, en San Juan de la Peña se sucedían los incendios
que destruían joyas, ornamentos y cálices.


***


Atravesando los siglos,
en los murales románicos del siglo XII
de los ábsides de las iglesias del Pirineo,
continúan mirándonos, hieráticas y misteriosas,
esquemáticas Vírgenes
que en sus manos sostienen un cáliz, la Copa de la Luz.

domingo, 27 de noviembre de 2011

SAN JUAN DE LA PEÑA, VI



Numerosos datos conducen
a identificar el escenario de la leyenda del Grial
con San Juan de la Peña:

La Jacetania era llamada por los musulmanes “País del Templo”.
El rey Sancho Ramírez fue el constructor del Templo del Grial.

El Montsalvat (Monte Salvado) de la leyenda
está en un lugar inaccesible.
San Juan de la Peña se halla próximo al bosque de Salvatierra,
en lo más recóndito del Pirineo.

Montsalvat fue edificado y sostenido
por una dinastía de reyes.
San Juan fue el santuario y mausoleo
de los primeros monarcas de Aragón.

En Montsalvat existía una orden
de caballeros religiosos que guardaba el Grial.
En el monasterio de San Juan de la Peña tuvieron su sede
los caballeros de San Juan.

Alfonso I el Batallador

***

Alfonso I el Batallador

En el siglo XIX, Richard Wagner recreará el mundo griálico
en Lohengrin (hijo de Parsifal), Caballero del Cisne,
y en Parsifal.

Y ahí, en las óperas de Wagner, está todo:
Los Reyes de Aragón, San Juan de la Peña, el Grial...

Alfonso I el Batallador

***

Alfonso I el Batallador

Amfortas, el Rey Pescador, poseedor y guardián del Grial,
gran maestre de los caballeros que lo custodian,
es Alfonso I el Batallador,
rey entre 1104 y 1134.

Los trovadores occitanos llamaron al rey aragonés Amfortas,
nombre que en la leyenda se dará al Rey del Grial.
En las monedas acuñadas durante el reinado de Alfonso
se lee “Anfus Dei Gratia Rex”.

Monedas de Alfonso I

Es hijo segundo del fundador del Templo del Grial,
sucesor de su hermano, el primogénito, que murió sin hijos.

Alfonso el Batallador fue un rey guerrero
que actuó toda su vida como el Rey del Grial de la leyenda,
según las normas de la caballería griálica.

En 1118 el Batallador acudió a rezar a San Juan de la Peña
y se encaminó a Zaragoza;
pronto incorporará a su corona la que será capital del reino.

En 1130 Alfonso emprende una expedición a Andalucía.
Le acompaña
el que había sido su preceptor cuando fue infante,
un monje de San Juan de la Peña.
El maestro de don Alfonso murió allí,
en tierras paganas,
guerreando contra los moros al servicio de su rey.

Pero Alfonso perdió parte de sus tierras
en una derrota que llevó grandes desgracias al reino.
Alfonso fue vencido en la batalla de Fraga
y se retiró herido a San Juan de la Peña, el castillo del Grial.
La herida de Amfortas no cicatrizaba,
y mientras se mantenía abierta el reino se arruinaba,
la tierra no producía cosecha alguna.


En el Parsifal de Wagner,
dice Gurnemanz, caballero del Grial:

«Amfortas,
demasiado intrépido...
¿Quién pudo protegerle
contra el autor de los maleficios?
Cerca del castillo
lo vimos perderse.
Cubrí la retirada al rey que escapaba,
mas una herida sangraba en su costado,
herida grave, que nada pudo cerrar.
Cuando el vil pagano, astuto y fuerte,
ultrajaba el reino de los creyentes,
en la noche se vio descender a los ángeles
que del cielo traían, como un mensaje,
sagradas reliquias,
emblemas de la Pasión.
El Cáliz Sagrado de la Última Cena,
que en la Cruz recogió
la Sangre Divina,
así como la lanza que la vertió.
Tales recuerdos sagrados, en custodia,
a nuestro rey le fueron dados.
Edificó un templo para las reliquias.
Los que acudisteis a su servicio
por sendas que el pecador desconoce
bien sabéis que sólo los puros
podrán juntarse un día
a los hermanos a los que,
para traer la salvación a los hombres,
fortalece el Grial con su virtud.
En el templo
se postra Amfortas con fervor,
suplicando un signo de gracia».

Casi medio siglo después de su muerte,
la figura de Alfonso seguía siendo la de rey griálico:

En 1174, cuando la invasión almohade pone en peligro el reino,
Arnau de Torroja, Gran Maestre del Temple,
afirmó que Alfonso regresaría para salvar a su pueblo,
pues no había muerto 40 años antes,
sino que se había retirado a Jerusalén.

Alfonso I introdujo la Orden del Temple en España,
y, carente de descendencia,
en su testamento dejó el reino a las Órdenes Militares
(Templarios, Hospitalarios y Santo Sepulcro).
Murió en 1134,
a consecuencia de la herida sufrida en el asedio de Fraga.

Los aragoneses incumplieron la voluntad del soberano
y eligieron como rey a su hermano Ramiro,
que vivía en un monasterio.

Ramiro II el Monje

***

Ramiro II el Monje

Ramiro II el Monje es Parsifal,
el caballero místico que busca y encuentra el Grial.
El tonto inocente; el ignorante casto
que sustituye a Amfortas como custodio del Grial.

Ramiro II el Monje

El reino se halla debilitado y los nobles esperan sacar provecho.
Se produce la rebelión de los ricos-hombres
(algunos del linaje de los Luna),
que no reconocen la autoridad del nuevo rey,
del que se burlan llamándole el rey monje.
Era un rey que no sabía luchar
y que por tanto no podía reinar.
Ramiro el Monje se esfuerza
por imponer su autoridad a los nobles levantiscos.

Ramiro II el Monje

En el Parsifal de Wagner,
Gurnemanz, caballero del Grial, conversa con Parsifal:

«PARSIFAL: No sabía nada.
GURNEMANZ: ¿De dónde procedes?
PARSIFAL: Lo ignoro.
GURNEMANZ: ¿Quién es tu padre?
PARSIFAL: No lo sé.
GURNEMANZ: ¿Quién te enseñó el camino?
PARSIFAL: Lo ignoro.
GURNEMANZ: ¿Cómo te llamas?
PARSIFAL: Tenía muchos nombres,
pero ahora no recuerdo ninguno.
GURNEMANZ: ¿No sabes nada de nada?...
Pareces noble
y de alto linaje;
¿por qué tu madre no puso
en tus manos mejores armas?
PARSIFAL: Un día pasaron cerca del bosque,
cabalgando en hermosos animales,
unos hombres resplandecientes.
Quise parecerme a ellos, pero
se burlaron y siguieron su camino.
Quise alcanzarles,
pero no pude lograrlo.
Pasé por valles, montañas y yermos
durante días y noches...
GURNEMANZ: Si eres puro,
el Grial deberá darte
bebida y alimento.
PARSIFAL: ¿Qué es el Grial?
GURNEMANZ: Es inútil decirlo.
Pero si has sido escogido por él
pronto lo conocerás.
Hacia él no conduce ningún camino
y nadie puede encontrar su ruta
si no lleva la guía dentro de sí.
Fíjate bien y ve,
ignorante y casto,
qué alto destino
te ha sido dispuesto».


KUNDRY, la maga,
vestida con un fantástico atavío al estilo árabe,
sale al encuentro del héroe
y lo llama por su nombre: “Parsifal...”

«PARSIFAL: ¿Parsifal?
Tal nombre, en sueños,
me daba mi madre.
KUNDRY: Te llamo ignorante y casto, «Fal - Parsi»,
tú, casto e ignorante: ¡Parsifal!
Así, cuando murió en un país árabe,
te llamaba tu padre.
Para dártelo a conocer
aquí te esperé.
¿Qué te trajo aquí,
sino el afán de saber?»

KLINGSOR, el enemigo,
en su castillo, con almenas del más suntuoso estilo árabe,
planea cómo vencer a Parsifal:

«Hoy debemos vencer al más peligroso,
pues le protege
un escudo de locura.
Cuando sucumba tu castidad
caerás a mi servicio».


Parsifal parte a una larga búsqueda,
y finalmente regresa
y vuelve a hablar con Gurnemanz:

«GURNEMANZ: ¿Cómo llegaste aquí y por dónde?
PARSIFAL: Vine por senderos de penas y errores.
¿Puedo creer que estoy libre de ellos,
pues de nuevo vuelvo a oír
el murmullo del bosque
y nuevamente puedo saludarte a ti?
¿O acaso vuelvo a equivocarme?
GURNEMANZ: ¿A dónde conduce
el camino que buscas?
PARSIFAL: A aquél cuyos profundos gemidos
yo, ignorante, escuché un día.
Creo haber sido elegido
para traerle la salvación.
Pero ¡ay!...
Nunca encontré el buen sendero
y en el errar de mis caminos
me alcanzó la maldición.
Penas sin número,
trabajos, batallas,
me apartaban del camino
cuando creía haberlo alcanzado.
GURNEMANZ: Estás en los dominios del Grial
y aquí te espera
la hueste de los caballeros.
¡Ah! ¡Cuánto necesitan de la gracia,
la gracia que tú les traes!
Amfortas, luchando contra la herida
y contra las torturas de su corazón,
sólo ansía la muerte.
Ya no hay mensajes como antes,
ya no resuenan voces
para acudir a la guerra santa.
Pálidos, míseros y errantes,
sin fuerza y sin caudillo
vagan los de la hueste piadosa.
En la santa fuente
bañaremos al peregrino.
Creo que hoy debe llevar a cabo
una gran misión:
celebrar el augusto oficio.
Tal fue la profecía.
Así consagro tu cabeza
saludándote como rey...
¡Tú, el puro, el paciente y compasivo!»

“Durch Mitleid wissend,
der reine Tor;
harre sein,
den ich erkor”.

(Parsifal, Wagner)


***


En 1157, tras la muerte de Ramiro el Monje
sin descendencia masculina,
le sucedió su hija Petronila,
casada con el conde Ramón Berenguer IV de Barcelona.

Comenzó entonces el languidecimiento de San Juan.

Ramón Berenguer, gobernante a título de Príncipe,
no estimó el monasterio como lo habían hecho sus predecesores,
no se cuidó de él,
no respetó la memoria del Reino y de sus Reyes,
sustrajo documentos antiguos de sus archivos
para llevarlos a Barcelona,
rompió las tradiciones de San Juan.

Olvidó el Grial...