martes, 12 de febrero de 2013

MELQUE




Santa María de Melque se halla en un despoblado,
en un enclave aislado, solitario,
en el término municipal de San Martín de Montalbán,
entre San Martín y La Puebla
y a unos 4 kilómetros del castillo de Montalbán.


A unos 13 kilómetros de La Puebla
sale a la izquierda una pista que lleva al templo.


La pista es accesible a vehículos de todo tipo,
y quizás no debiera serlo...


El entorno es un paisaje de olivares, campos de cereales
y encinares en los valles
de los arroyos de las Cuevas, Ripias y Cubillo,
que bajan desde los Montes de Toledo hasta el río Tajo.
Un paisaje deshabitado,
o habitado tan sólo por los espíritus.
La única presencia humana
es la de las fincas de cultivos y ganado.


***


Fue un gran monasterio visigodo
construido en el siglo VII sobre una villa romana,
en las cercanías de la capital del reino hispano visigodo, Toletum.


Hubo otros cenobios en los alrededores de la capital.
Sobre todo en los Montes de Toledo.
El  mayor número de construcciones visigodas de toda Europa
se hallaba en esta comarca.
Santa María de Melque,
San Pedro de Mata, Nuestra Señora de la Estrella, Los Hitos...
A escasos kilómetros unos de otros.


El templo actual se ubicaba en el centro de un gran patio
formado por varios edificios
que albergaban las distintas dependencias del monasterio.


Como en el caso de Montalbán,
se sabe muy poco sobre esta primitiva fundación.
No existen documentos,
y tampoco precedentes de este tipo de construcción,
lo cual hace suponer que Melque fue
una innovación de los talleres hispanorromanos.
Es de los pocos edificios visigodos que se conservan.


Los monjes debían seguir la regla de San Isidoro,
que era por la que se regían los monasterios hispanos
antes de la llegada de los benedictinos a la Península.

Aquí, Elipando predicó su herejía adopcionista,
muy criticada por Beato de Liébana,
y que sostenía que Jesuscristo no era sino hijo adoptivo del Padre.


El nombre de Melque puede ser
la castellanización del árabe Balat-al-Melk, “Camino del Rey”.

También hay quien apunta que el nombre
podría estar relacionado con el sumo sacerdote Melquisedec,
y por tanto con la comunidad judía de Toledo.


En los primeros tiempos de la invasión árabe el cenobio pervivió,
habitado por una comunidad mozárabe.

Hacia el año 930 un gran incendio puso fin a la vida monástica.


Entonces los musulmanes convirtieron la iglesia
en un pequeño castillo, al que dotaron de una torre,
construida sobre la cúpula,
y parte de la cual aún se conserva
(es el único añadido a la edificación original).
Tal vez fue la residencia de algún magnate moro vinculado a Toledo.
En torno a la fortaleza surgió un pequeño poblado.
Los restos de las construcciones monacales
fueron aprovechadas como núcleo urbano.


Hay quien afirma que la construcción de la torre
fue de época posterior, obra de los templarios.


Incluso se ha sugerido que la torre no tenía finalidad defensiva
sino que a través de ella se efectuaba cierto culto al sol,
que a través de ella se filtraba en la iglesia la luz,
creando estancias sutiles y recorridos iniciáticos.


Con la conquista de Toledo por Alfonso VI en 1085
el templo recuperó su uso litúrgico,
sin perder su función militar,
que conservó casi hasta el final de la Edad Media.


Las tumbas antropomorfas, talladas en la roca,
y situadas al Este, en las proximidades,
corresponden a este periodo.

Entre 1085 y 1150 se puede datar
la primera sepultura hecha en la iglesia,
en una de las capillas,
donde se han encontrado dos objetos cerámicos y un puñal.


El sitio fue utilizado como iglesia-fortaleza por los templarios.
Quizás es la plaza que se menciona en una bula papal de 1181
como Santa María de Montalbán,
uno de los cinco principales conventos
de la Orden del Temple en Castilla.

Montalbán fue una de las encomiendas más importantes de la Orden
y Melque fue usada por los monjes guerreros como convento o bailía.


La tradición asegura que existen túneles
que comunicaban Melque con el castillo de Montalbán;
se dice que los pastores perdían ovejas en uno de los recintos
y las encontraban, asombrados, en el otro,
sin entender cómo habían llegado hasta allí.


La pequeña población surgida al amparo de la iglesia
se mantuvo durante muchos años.


Sin embargo, de los hallazgos arqueológicos
y de la documentación existente
parece concluirse que la vida en el lugar fue haciéndose difícil
desde mediados del siglo XIII...
Las sepulturas en la iglesia son escasas...
Da la impresión de que al final, más que una población,
hubo una vivienda aislada,
tal vez al modo de la antigua villa romana
que estuvo en el origen del poblamiento.

La desamortización de Mendizábal terminó con el culto.
El enclave fue abandonado.


Hasta mediados del siglo XX
fue utilizado como pajar, silo, corral y establo.
Curiosamente, ese uso hizo posible la conservación del edificio.


El conde de Cedillo inició su estudio a comienzos del siglo XX.

En los años 60, la Diputación de Toledo adquirió el templo
y emprendió su restauración.

Las casas labriegas que rodean la iglesia han sido rehabilitadas
y en 2003 se ubicó en ellas un centro de interpretación.


***


La piedra tallada es la música eternizada de la creación,
se ha dicho.


En Melque todo es piedra.
Grandes y sólidos bloques de piedra
que parecen proceder del principio de los tiempos.


La iglesia fue construida con irregulares sillares de granito
ensamblados en seco y con fachadas casi ciegas,
todo lo cual le da un aspecto macizo
algo suavizado por el tratamiento redondeado de los ángulos.


La decoración exterior se limita
a una serie de estrías en las impostas en que se apoyan los arcos.


En el interior, impresiona
el efecto de la luz que entra por las escasas aberturas
y la superposición de las arcadas.


En el arranque del interior de uno de los arcos
se conservan restos de los estucos
con flores de lis y rosetas
con los que estarían recubiertas las paredes.


En el muro oeste hay una puerta
que comunica con un espacio exterior de uso funerario.


En el extremo sur del crucero
se conserva un nicho inscrito en un arcosolio,
una tumba sin nombre
que quizás corresponde al enterramiento del fundador del cenobio
o de algún importante personaje visigodo.


Hay quien aventura que pudo tener otra finalidad,
como custodiar algo de gran valor.


El pavimento está realizado
con la técnica conocida como “opus signinum”,
y para protegerlo se ha colocado sobre él un suelo de madera
que es el que actualmente se pisa.


La restauración quizás ha sido excesiva,
con materiales muy distintos de los originales.


***


Desde antiguo se reconoció
la naturaleza sagrada de estas tierras;
hay en los alrededores restos de cultos religiosos
neolíticos, fenicios y romanos.
Quizás, con anterioridad a la construcción visigoda,
hubo en su emplazamiento un templo paleocristiano.


Según los expertos en radiestesia,
existe en el lugar un intenso vórtice de energía.


Hay aquí canales que comunican con las fuerzas telúricas,
con los secretos del mundo;
aquí se entra en contacto con la esencia de las cosas,
con las entrañas de uno mismo...


Todo en Melque transmite esa sacralidad,
esa espiritualidad, ese misticismo, esa magia,
la presencia de lo intangible:
los poderosos muros,
las escasas y estrechas ventanas, a modo de saeteras,
la penumbra, la luz solar que se filtra a través del cimborrio,
el enigmático simbolismo que parece envolverlo todo...


Hay espacios cuyo uso litúrgico se desconoce:
cámaras que quizás tuvieron finalidad funeraria,
quizás iniciática...


Hubo en Melque una Virgen negra, hoy desaparecida.
Algunos investigadores opinan que fueron los templarios
quienes introdujeron a esa Virgen en Melque.
Parece ser que en Melque hubo culto a dos Vírgenes,
una negra y una blanca.
La blanca se conserva en La Puebla.


También han desaparecido, en las últimas décadas del siglo XX,
unas laudas sepulcrales que había en el ábside de la iglesia.
Eran unas grandes lajas de piedra, toscamente grabadas,
que quizás han ido a parar a algún chalet de las inmediaciones.


***


Hay quien cree que la Mesa del Rey Salomón estuvo aquí.


En La Puebla hubo una importante presencia hebrea.
Se dice que la comunidad judía de Toledo
procedía del linaje sacerdotal,
que emigró a Hispania tras la destrucción del Segundo Templo.


La Mesa de Salomón, cuyo nombre real es
“El Beit HaMikdasj” o “Iam Hanejoshet” (“Mar de Bronce”),
se hallaba en el patio del Mikdash
y su finalidad era el lavado ritual de manos y pies
por parte de los cohanim
antes de su servicio religioso.
Pero tendría también otras funciones.

La Mesa debía tener unos 5 metros de diámetro
y representaría el “Océano Celeste”, las “Aguas Superiores”.
Tenía un gran valor material
pues estaba construida con esmeraldas, perlas, oro y bronce.
Tenía 12 toros que representaban el Zodíaco,
y una especie de espejo en su interior
que estaba hecho de un metal tan puro
que contenía la Quinta Esencia.
Éste habría sido obtenido por el alquimista-fundidor Hiram,
constructor del Templo de Salomón.
Gracias a este espejo,
Salomón podía acceder a los secretos de otras dimensiones,
porque quien se miraba en este espejo
podía ver en él el pasado, el presente y el futuro.
Además, la Mesa incluía en clave geométrica
el nombre oculto de Dios.

Fue uno de los objetos que fueron sustraídos por los romanos,
tal y como recoge Flavio Josefo en su crónica De Bello Iudaico.
Tras el saqueo de Jerusalén y destrucción del Templo en el año 70,
la Mesa fue llevada a Roma y depositada en el Templo de Júpiter.
Allí permaneció hasta que el rey godo Alarico, en el año 410,
pese a su alianza con Roma contra Atila,
robó sus riquezas (incluyendo el botín romano de Jerusalén)
y secuestró a Gala Placidia, hermana del emperador Honorio,
que acabará casada con Ataúlfo,
sucesor de Alarico y primer rey hispano-godo.


El tesoro se llevó a Toulouse,
y luego a Carcassonne, en la Galia Narbonense o Septimania.

Los hechos posteriores son narrados
en la Historia de la Guerra Gótica,
escrita en griego por Procopio de Cesárea, en la que se puede leer:
«Los ostrogodos ganaron  la batalla,
matando a la mayor parte de los visigodos.
Entonces, tomaron posesión de la Galia,
la dominaron y asediaron Carcassona con gran entusiasmo,
porque sabían que estaba allí el tesoro real
que había tomado Alarico el Viejo en Roma.
En este tesoro estaban incluidas
las riquezas del Rey Salomón, el rey hebreo,
que tenían el más extraordinario aspecto:
la mayor parte estaban adornadas con esmeraldas,
y había sido tomadas en Jerusalén por los soldados romanos».

En el año 507, tras la batalla de Vouille,
los ostrogodos se hicieron con el tesoro.
En el año 526, el rey ostrogodo
se lo devolvió, en Narbona, al visigodo Amalarico,
casado con una ostrogoda.

El rey franco Clodoveo, convertido al catolicismo,
emprendió una campaña contra los visigodos, que eran arrianos.
Tras varias batallas, la Septimania fue evacuada
y la corte visigoda se trasladó a Barcino.

Tras la muerte de Atanagildo y el breve reinado de Liuva,
a finales del siglo VI Leovigildo estableció su corte en Toledo.


Se conoce, pues, el peregrinaje del Tesoro del Templo,
hasta llegar a Toledo.


Hay crónicas musulmanas que afirman
que los árabes invadieron España en busca de la Mesa de Salomón.


Ante la inminente caída de Toledo,
el tesoro visigodo hubo de ponerse a buen recaudo,
en un lugar protegido y sagrado.


En dirección a los Montes de Toledo se encuentra Guadamur,
donde se han hallado enterrados los restos del “tesoro de Guarrazar”:
enseres, joyas, coronas votivas, etc.


Quizás el tesoro auténtico,
la Mesa, Tabla o Espejo de Salomón,
se llevó un poco más lejos.


Por los viejos caminos que había en las sierras,
abiertos por los romanos para sacar el metal de las minas,
por San Pablo de los Montes y Layos,
por San Pedro de Mata y Ventas con Peña Aguilera
(lugares donde hay leyendas de conventos de monjas visigodas
tragados por la tierra
ante la llegada de las hordas musulmanas),
algunos monjes llevaron el tesoro a los Montes de Toledo,
junto al castillo de Farás.
Quizás ese lugar fue Melque.


Contaba la Crónica de Ben Abu Al-Hakam
cómo le dijeron a Tariq que la Mesa
estaba en un castillo llamado Farás, a dos jornadas de Toledo,
y que su gobernador era un hijo de la hermana de Rodrigo.

Tariq ofreció a éste carta de seguridad a cambio de la Mesa
y el gobernador se la entregó.

Pero quizás le entregó una réplica,
y no el auténtico objeto mágico.


Desde la invasión musulmana
el Tesoro del Templo desaparece,
y se ha especulado sobre su ubicación
en los subterráneos de Toledo o de Jaén.


También se dice que pudo ser recuperado por los templarios
y llevado al castillo de Montalbán.

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