sábado, 27 de abril de 2013

OREJA, I



Cerca de la localidad de Ontígola, a apenas unos metros del Tajo,
la tierra se levanta:
Comienza la Mesa de Ocaña.


El camino que va de Aranjuez a Oreja
serpentea paralelo al arranque de la Mesa de Ocaña.


Aquí termina el valle del Tajo
y se va elevando abruptamente el terreno,
se va elevando la tierra
como empujada por unos dedos desde el interior.


Desde este camino, a la izquierda,
unos cuantos senderos, entre campos de cultivo, conducen al Tajo.


A la derecha la tierra se va frunciendo y empinando.
Comienza el paisaje duro de la Mesa.


De una belleza difícil y encriptada.
Barrancos y arideces. Cerros de yeso.
Tierra de cuevas y misterios.


El castillo de Oreja, o de Aurelia, se alza al borde de un cortado,
sobre uno de los farallones.
En otro cerro próximo se halla el despoblado de Oreja.


En el senderillo que comunica ambos promontorios
abunda el espejuelo,
que, a la luz del sol, brilla en el suelo como si fuera plata.


El castillo protege la entrada a la tierra alta,
controla el acceso a la Mesa.
Desde aquí se divisa toda la vega
y, al fondo, cerrando el paisaje, Navacerrada.


***


El castillo fue construido por los musulmanes en el siglo X
para vigilar el paso del Tajo,
como defensa del Reino de Toledo.
Desde el aislado risco se dominaba el vado.


Se encuentra junto al antiguo poblado de Oreja,
llamado Aurelia en época romana.


En 1085 el castillo formó parte de la dote de la princesa mora Zaida
cuando casó con Alfonso VI de Castilla.
Pero, tras la derrota en la batalla de Uclés de 1108,
el rey cristiano volvió a perder la fortaleza.


Ésta se convirtió en una amenaza constante para Toledo.
El control del vado del Tajo
permitía el paso de expediciones
que avanzaban por la orilla del río hacia la ciudad,
anulando la protección del castillo de San Servando.


En 1139 Alfonso VII recuperó la plaza
tras un asedio de seis meses.


Alfonso VIII entregó el castillo a la Orden de Santiago,
que desde él defendió Toledo frente a los almohades.


Durante algún tiempo este lugar, hoy despoblado,
fue el núcleo principal de la comarca.


Dependiendo de él se encontraba la posición fortificada de Ocaña,
dominando un barranco en el borde de la Mesa.


El creciente poder de Ocaña
propició la decadencia de Oreja.


En el siglo XV, perdida su utilidad bélica,
el castillo fue cedido a Gutierre de Cárdenas.
Después pasó a otras familias nobles.


Debido a la incomodidad del paraje para ser habitado,
los vecinos de la población se fueron trasladando
a Ontígola y a Aranjuez,
y quedó sólo una modesta aldea
que fue abandonada definitivamente a mediados del siglo XX.


Al parecer el castillo y las tierras que lo rodean pertenecen
a una empresa denominada Valles de Ontígola,
propiedad de los herederos de Adelaido Rodríguez Escobar,
que fue vecino de Noblejas.


***


Entre las ruinas del poblado quedan restos de muralla.
Junto a la torre, aún se conserva un aljibe.
El estado del torreón es ruinoso.


Se puede acceder a su interior por unas escaleras
pero al llegar al ventanal de arriba se terminan los escalones
y se abre el precipicio.
En los alrededores hay numerosas oquedades.


Si no se detiene el deterioro,
unas lluvias, un temblor de tierra,
la mano de un gamberro...,
algo, algún día, derruirá la torre
y en unos años lo que queda del castillo desaparecerá.

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