lunes, 20 de enero de 2014

VALLE DE LOS CAÍDOS




Si destruyéramos todas las obras con cuyos principios inspiradores no estuviéramos de acuerdo, la Historia de las civilizaciones sería un desierto. Tendríamos que demoler casi todo lo existente: la muralla china, las pirámides egipcias, las ciudades mayas, el coliseo romano, las catedrales góticas, el Vaticano, El Escorial, Versalles, el palacio de Luis de Baviera, el teatro de Wagner en Bayreuth, la plaza roja de Moscú...

¿Qué nos quedaría? ¿Qué consideraríamos “correcto” conservar?

Y, después de destruirlo todo, presas del furor iconoclasta que ya nos ha enajenado en otras ocasiones, presas de la locura talibán, después ¿seríamos mejores?

Desde comienzos del siglo XIX hasta el primer tercio del siglo XX, España ha sido devastada. Los incendios y saqueos de los franceses durante la invasión napoleónica, los robos y demoliciones derivados de la Desamortización, los destrozos y pillajes durante la Guerra Civil... ¿No hemos destruido ya bastante?

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