sábado, 22 de febrero de 2014

MANZANARES EL REAL. Castillo nuevo




El Castillo Nuevo de Manzanares el Real,
conocido también como castillo de los Mendoza,
es en realidad un palacio-fortaleza.


Está en la villa de Manzanares,
al igual que el Castillo Viejo
(en el que vivió el Marqués de Santillana).

Los separa el caserío
y el llamado Puente Medieval, que cruza el río.

El Puente Medieval, Puente Viejo o Puente de la Cañada Real
fue una de las primeras construcciones de la villa;
era importante, como lugar de paso de la Cañada Real Segoviana;
su reconstrucción, en el siglo XVI,
se atribuye a Juan Bautista de Toledo y a Juan de Herrera.

Cada castillo se encuentra a un extremo del caserío.
La relación del castillo nuevo con el Manzanares
es menos directa que la del castillo viejo,
pero su vinculación con el núcleo de población es más estrecha,
pues castillo y villa están en la misma margen del río.

Por lo demás, el emplazamiento de ambos
tiene las mismas características,
una ligera elevación junto al río, al pie de la Pedriza,
con dominio sobre el valle del Manzanares.


Desde el castillo se ve la Pedriza y el embalse de Santillana,
presa construida en 1907 y ampliada en 1969.



Donde hoy está el embalse
se cree que había una extensa vega llena de manzanos.


Formaba parte de las posesiones que tuvieron los Mendoza
en el Real de Manzanares.


***



Juan I de Castilla entregó Manzanares,
como premio por sus servicios a la Corona,
a su mayordomo, don Pedro González de Mendoza,
que ya tenía el señorío de Buitrago
y otros dominios en Guadalajara.

El territorio fue elevado a condado,
uniéndose al marquesado de Santillana
y después al ducado del Infantado,
y los Mendoza se convirtieron
en una de las familias más poderosas del siglo XV,
grandes mecenas de las artes y la cultura,
que promovieron una serie de edificaciones
entre las que se encontró este castillo,
que será una de las últimas muestras
de arquitectura militar castellana,
iniciado como fortaleza pero reconvertido en palacio residencial,
con salas nobles.


***


A finales del siglo XV, los Mendoza
decidieron levantar un nuevo castillo-residencia,
más moderno y adaptado a las nuevas necesidades de la época
y más acorde con la influencia política y económica
alcanzada por la familia.

Para su construcción, se aprovechó
el material del castillo viejo (que quedará abandonado).
También se utilizaron varias lápidas romanas
procedentes de un castro situado en la Pedriza.


***


Su construcción fue comenzada en 1475
por Diego Hurtado de Mendoza y Suárez de Figueroa
(II Conde del Real de Manzanares, II Marqués de Santillana
y I duque del Infantado,
hermano de Pedro González de Mendoza, Cardenal de la Santa Cruz,
conocido como el Gran Cardenal)
y continuada en 1479 por su hijo, Íñigo López de Mendoza y Luna,
quien las concluyó en 1490.


Se desconoce quién fue el arquitecto inicial,
pero su finalización se realizó
bajo la dirección del arquitecto Juan Guas.

Juan Guas era el maestro “de moda” en la época,
al que don Juan Pacheco, marqués de Villena,
encargó el Monasterio del Parral de Segovia,
y los Reyes Católicos el Monasterio de San Juan de los Reyes,
y que trabajaría también para los Mendoza
en el Palacio del Infantado de Guadalajara.

Guas fue quien efectuó las aportaciones más notables en el castillo,
pues hasta ese momento
en lo construido no destacaba ninguna innnovación.


***


Para la construcción se aprovechó un altozano del terreno
donde se elevaba la ermita románico-mudéjar
de Santa María de La Nava, del siglo XIII,
a la que en cierto modo se adosó el castillo.


En la fase de edificación correspondiente a Guas
se decidió reconstruir las partes de la iglesia
que se habían derribado,
quizá porque no se había obtenido
el correspondiente permiso episcopal para su demolición
o porque al nuevo maestro de obras le gustó lo que quedaba en pie
(que era básicamente el ábside).


El templo reconstruido
asumió la función de capilla del palacio.


Guas también añadió un conjunto elementos ornamentales
propios del mudéjar, que trasladó a la piedra.


Entre esos ornamentos, destacan
la cornisa de mocárabes,
un motivo que también introdujo en San Juan de los Reyes,
la decoración de bolas de las torres
o la recreación de la sebka de rombos musulmana,
que también se observa en la fachada del palacio de Guadalajara,
lo mismo que la galería de la fachada meridional.


***


El castillo está construido en granito.


Lo circunda una barbacana
cuyas saeteras tienen esculpidas en bajorrelieve
la cruz patada del Santo Sepulcro de Jerusalén,
por el título que ostentó el hermano del Duque,
don Pedro González de Mendoza, Cardenal de la Santa Cruz.



Tiene cuatro torres,
la torre del homenaje, octogonal,
y tres torres cilíndricas.


En éstas, sobre el segundo piso,
hay una segunda torre menor.



Están adornadas con bolas de estilo isabelino,
entre rombos pintados.



La fachada sur es la única que cuenta con decoración,
una bella galería de estilo gótico.


Galería que constituye
uno de los mejores ejemplos del flamígero castellano.



***



Su uso como residencia palaciega apenas duró un siglo.
Con la muerte en 1566
de Íñigo López de Mendoza y Pimentel, cuarto Duque del Infantado,
el castillo dejó de ser habitado,
dado que surgieron problemas económicos
y pleitos entre los herederos de la Casa de Mendoza.

Seguramente a partir del siglo XVII
los Mendoza ya no visitarían el edificio,
que había perdido su valor simbólico y su funcionalidad,
y dejaron de mantenerlo.


***


A comienzos del siglo XX el castillo estaba en ruinas.

Tras siglos de abandono,
en 1914 la Casa del Infantado encargó una primera restauración
al arquitecto Vicente Lampérez y Romea.


Era una época en la que lo que interesaba era el paisajismo,
y los monumentos eran concebidos como hitos visuales
más que como elementos culturales,
por lo que esta intervención se centró
en el aspecto externo de la fortaleza, muy deteriorado.

La reconstrucción se hizo siguiendo el método de la anastilosis,
el criterio de restauración en ese momento vigente:
reparación de lo que falta copiando lo que se conserva,
procurando que las partes antiguas y las modernas se asemejen
y que no se advierta lo añadido.


Hoy se censura ese criterio
pero, después de todo, es el que se sigue
en otro tipo de reparaciones;
incluso en la cirugía restauradora.


***


En los años 60 el arquitecto José Manuel González Valcárcel
arrendó el castillo al Duque del Infantado en nombre del Estado.


En los años 70 el mismo arquitecto
emprendió una segunda intervención rehabilitadora.



En este caso la actuación se centró en el interior del edificio
para poder abrirlo a las visitas.


Se alzaron las estancias y el patio,
con el mismo criterio que en la rehabilitación anterior:
reconstruyendo las partes perdidas
en función de los elementos conservados.



Incluso se rehizo el último cuerpo de una de las torres,
que faltaba,
siguiendo el modelo de las otras dos.
La sala alta de la torre de homenaje
se reservó para el Duque del Infantado.



En el patio se instalaron escudos de armas recuperados,
del siglo XV.


Son los blasones de tres familias:
los Mendoza, los Fernández de Velasco y los Álvarez de Toledo.


Los tres apellidos están vinculados a la Casa Ducal.



(En la Sala del Infantado, sobre la chimenea,
está también el escudo de armas de los Mendoza).


El interior se habilitó para usos culturales.


Fue convertido en sede del Museo de los Castillos Españoles,
acogiendo también una colección de tapices.


***


En 2005 hubo una tercera intervención
para implantar un nuevo proyecto de museo.


Todavía queda pendiente de restauración de la capilla,
en la que simplemente se han consolidado las ruinas.



***



En 1982 tuvo lugar en el castillo
el acto de constitución de la Asamblea de Parlamentarios de Madrid.


Hoy su propiedad sigue siendo de la Casa del Infantado
(hoy familia Arteaga),
que lo tiene cedido, por un estipendio anual simbólico,
a la Comunidad de Madrid.


Gracias a las intervenciones habidas a lo largo del siglo XX,
es un castillo muy bien conservado
y su imagen ha sido muy utilizada
para representar la imagen de la fortificación medieval española.

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