lunes, 24 de febrero de 2014

MORALZARZAL. Monasterio de las Calatravas




En 1219,
en tiempos del noveno Maestre de Calatrava,
Gonzalo Yáñez de Novoa,
que gobernó la Orden de 1218 a 1239,
se fundó el primer monasterio de monjas calatravas,
en San Felices de Amaya (Burgos).


Un año antes, en 1218, se había constituido
en la extensa heredad de Sothiel de Hacham,
en un paraje agreste junto al río Cañamares,
en el término de Pinilla de Jadraque (Guadalajara),
un cenobio femenino de la Orden del Císter,
el monasterio del Santísimo Salvador.

Monasterio de Pinilla de Jadraque

Se fundó en edificio construido al efecto
bajo el patrocinio de Rodrigo Fernández de Atienza y su familia.


Llevó a cabo la fundación el obispo de Sigüenza,
que trajo como abadesa a doña Urraca Fernández,
del monasterio benedictino de San Juan,
en Valfermoso de las Monjas (Guadalajara),
que aún existe.


En fecha incierta, en la primera mitad del siglo XIII,
el monasterio de Pinilla pasó a la observancia calatrava.


Se puso entonces la cruz de esta Orden
sobre los escapularios negros y las blancas cogullas de las hermanas.


La tercera y última comunidad de monjas calatravas
fue fundada en Almagro (Ciudad Real), en 1544,
bajo la advocación de la Asunción de María,
con arreglo a la tradición cisterciense.
El Comendador Mayor de la Orden, don Gutierre de Padilla,
había donado una gran cantidad de dinero
para la construcción de un hospital,
pero el Capítulo General de la Orden
decidió que la villa tenía suficiente atención hospitalaria
y destinó el dinero
a la fundación de un monasterio de monjas calatravas.
En 1544 llegaron las cuatro primeras religiosas,
procedentes del convento cisterciense de San Clemente, de Toledo.
Éste fue el cenobio más rico de las tres fundaciones femeninas.
Las calatravas habitaron en Almagro hasta 1815,
año en que la comunidad fue repartida por monasterios de la Orden
en Madrid y Burgos;
desde entonces hasta la exclaustración de 1836
ocuparon el monasterio de la Asunción freires calatravos.


***


El monasterio de Pinilla era apacible
pero estaba excesivamente aislado.

Monasterio de Almonacid

En la segunda mitad del siglo XVI
se decidió su traslado a Almonacid,
al lado de la encomienda calatrava de Zorita de los Canes.


El Concejo de Almonacid donó a las monjas
la ermita de la Concepción y campos aledaños,
además de lo necesario para edificar un convento.
A cambio, la comunidad de calatravas ofrecía
acoger a cinco doncellas de la villa por sólo 200 ducados de dote.
El rey Felipe II, como Maestre General de todas las Órdenes,
autorizó las estipulaciones.


En 1581 se efectuó el traslado.
Las monjas fueron recibidas con fiestas,
y se hizo “una escaramuza fingida
entre cuadrillas de moros y cristianos”.
Se alojaron en casas de la población
mientras se construía el monasterio,
que aprovechó como iglesia la ermita preexistente,
de la que se dijo que era
“la ermita mejor y más alegre, y más hermosa, y bien obrada
que hay en el Arzobispado de Toledo”.


El convento recibió el nombre
de la Purísima Concepción de Nuestra Señora.


(Del primitivo monasterio de Sothiel hoy quedan las ruinas,
crecientemente deterioradas,
al igual que las de Almonacid).


El convento de Almonacid era nuevo y próspero,
pero el lugar era insalubre:
en pocos años murieron 24 monjas.


***


Por ello, en 1623 se mudaron a Madrid.

(El edificio de Almonacid fue ocupado por franciscanas,
pero en la actualidad se encuentra abandonado).


Las calatravas se instalaron provisionalmente en la calle de Atocha,
y poco después se trasladaron a la calle de Alcalá número 25,
donde en la segunda mitad del siglo XVII
quedó terminado el convento de la Concepción Real de Calatrava,
mandado construir por Felipe IV.


En 1688 se instaló en el altar mayor de la iglesia
un gran cuadro pintado por Francisco Ignacio Ruiz de la Iglesia
(pintor de cámara de la Casa Real),
titulado “La Gloria de Calatrava”,
que representa a los mártires calatravos
de la batalla de Alarcos de 1195.


En 1721 el convento recibió una reliquia de San Raimundo,
en una arqueta-relicario que fue colocada en el altar mayor.


El cuadro fue trasladado al coro de las monjas
y en el presbiterio se ubicó un retablo
obra de José Benito de Churriguera.


Desde entonces el templo fue utilizado
por los calatravos que residían en la Corte
para celebrar en él tanto sus oficios como sus capítulos.
Allí se ordenaba a los caballeros de la Orden.

Pronto se convirtió
en uno de los centros religiosos más importantes de Madrid.


Durante la Revolución de 1.868
el convento calatravo fue demolido,
quedando sólo la iglesia.


Las religiosas se instalaron con las comendadoras de Santiago,
en el convento de éstas en la plaza de las Comendadoras.

Esa vida “de prestado” con las santiaguistas
impidió el crecimiento de la comunidad calatrava,
y en 1896 sólo quedaban dos monjas de la Concepción.


Ayudadas por caballeros de la Orden,
las dos religiosas se trasladaron al pueblo de Fuencarral,
al antiguo convento dominico de Jesús María de Valverde,
que había quedado vacío a raíz de la Desamortización.

Allí la comunidad se rehizo rápidamente,
con el apoyo de la reina María Cristina y la infanta Isabel.


En 1912 las monjas se trasladaron a una nueva casa
en el número 12 del paseo del Pintor Rosales de Madrid,
frente al Cuartel de la Montaña
(donde actualmente está el Templo de Debod).


Durante la Segunda República
las monjas se vieron obligadas a desalojar el convento,
que fue destruido.


En 1939, al terminar la Guerra Civil,
las hermanas se instalaron en el número 88 de la calle Hortaleza,
en el antiguo beaterio de las Magdalenas de la Penitencia.


En 1977 se trasladaron al número 2 de la calle Dolores Povedano,
a un inmueble de las Esclavas del Divino Corazón.


Allí estuvieron 2 años, mientras se construía un nuevo monasterio
en el pueblo de Moralzarzal, en la sierra de Guadarrama.


Allí se trasladaron el 1 de febrero de 1980.
La iglesia fue consagrada en 1989.


Actualmente habita el cenobio
un grupo de 12 religiosas.


Estas monjas que han dado tantos tumbos,
que tienen ahora un monasterio humilde,
alejado de nuevo, como al principio, del mundo urbano,
estas monjas, en todos sus desplazamientos,
han llevado consigo
tanto el cuadro de Ruiz de la Iglesia
como la reliquia de San Raimundo de Fitero.

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