jueves, 24 de abril de 2014

SEGOVIA. Convento de Santa Cruz la Real




A comienzos del siglo XIII,
Segovia era una ciudad industriosa
con importantes mercados y talleres relacionados con la lana,
y era mucha la afluencia de gente
entre la que poder realizar labor de apostolado.

Quizás por ello fue la primera ciudad española
donde se establecieron los frailes predicadores (dominicos).

En noviembre de 1218, llegó a Segovia, procedente de Roma,
Domingo de Guzmán, fundador de la Orden Dominicana en 1216.
Permanecerá en la localidad hasta febrero de 1219,
año en que vuelve a Roma.

Existía en Segovia un monasterio
de canónigos premostratenses de San Norberto,
fundado por monjes procedentes de Santa María de la Vid,
con los que Domingo de Guzmán había tenido una estrecha relación
durante su etapa como canónigo en Osma.
Quizás ello también influyó para que se detuviera en Segovia.

Inicialmente, y hasta disponer de alojamiento propio,
Domingo y sus frailes se instalaron en una casa particular
cedida por Gaspar González de Contreras
(razón por la cual éste y sus descendientes fueron nombrados
patronos de la iglesia que había de construirse,
con derecho a ser enterrados en la capilla mayor de la misma).

Sin embargo, el Santo pronto se trasladó a una cueva
situada en la vega del Eresma, entre las murallas y el río.
Durante el día se dedicaba a la predicación
y las noches las pasaba en oración y penitencia.

Cuenta la tradición que, durante las noches que pasó en la Cueva,
el demonio lo sometió a los mismos padecimientos
que sufrió Jesús durante la Pasión,
que murió, como Éste, y que la Virgen lo resucitó.
Las paredes de la Cueva quedaron manchadas
con la sangre del Santo,
sangre que permaneció licuada hasta al menos 1566,
según atestiguaron los monjes que entraron en la gruta.

Sobre esa Cueva, un recinto que concentra leyendas y energías,
se empezó a construir
el primer convento dominico fundado en España.
Es una fundación coetánea de la de las dominicas
de Santo Domingo el Real de Madrid.

En 1909, durante unas excavaciones arqueológicas,
aparecieron los restos de ese primer monasterio, de estilo románico,
del cual la Cueva habría sido cripta y relicario de la sangre del Santo.
Estos restos pueden contemplarse
en el Aula de Arqueología de la IE Universidad,
centro que tiene instalado su campus en el monasterio.

El primer convento de la Santa Cruz fue un edificio sencillo.

Poco se sabe de la antigua iglesia.
La Cueva estaba a un lado de este templo
y se comunicaba por una escalera interior, hoy clausurada.

*** 


Tras más de dos siglos de penurias,
la llegada al trono de los Reyes Católicos
y el traspaso del control de la Inquisición a la Orden Dominica
fueron factores esenciales para el impulso de este cenobio,
del cual en esos momentos era prior fray Tomás de Torquemada,
confesor de los monarcas y nombrado por ellos Inquisidor General.

Los Reyes Católicos ofrecieron a los dominicos
construirles un convento mayor en el centro de la ciudad.
Los frailes declinaron la oferta,
y solicitaron que se reconstruyera el que ya tenían.

Los reyes financiaron la reedificación completa del convento,
que desde entonces recibirá la denominación de Santa Cruz “la Real”
y será mencionado en el testamento de Fernando el Católico de 1516
como una de sus principales fundaciones.

Entre 1480 y 1500 se erigió la nueva construcción,
en el espacio que separaba a la primitiva de la muralla de la ciudad.

Lo esencial de sus trazas fue obra de Juan Guas,
artífice de la corona castellana durante la segunda mitad de siglo
y máximo exponente del estilo hispano-flamenco.
A él se le atribuye también la portada de la sacristía del Parral,
con claras similitudes con la de la iglesia de Santa Cruz.


***


En el exterior del nuevo templo, destaca su decoración
con pináculos que rematan los contrafuertes


y un friso bajo el alero que recorre el muro
con elementos ornamentales,


elementos que hacen referencia a los reyes Isabel y Fernando,
como la leyenda “Tanto Monta”.


La labor escultórica de la fachada
se atribuye a Sebastián de Almonacid,
probable artífice también de las tumbas
del condestable Álvaro de Luna en la catedral de Toledo
y de Martín Vázquez de Arce, el Doncel de la catedral de Sigüenza.


Su programa iconográfico fue ideado por Torquemada
y responde a un esquema organizativo similar al de la portada
del también dominico convento de Santo Tomás de Ávila
(sede del Tribunal de la Inquisición),
lugar que también fue reedificado en esta época
bajo patrocinio de los Reyes católicos y supervisión de Torquemada.


En el tímpano figura un Cristo muerto
ante el que los monarcas Isabel y Fernando rezan arrodillados.


Sobre esa escena, una Crucifixión
flanqueada por dos dominicos orantes,
fray Vicente Ferrer y fray Lope de Barrientos.


A los lados, dos blasones reales, sujetos por águilas imperiales,
que contienen las armas de Castilla, León, Aragón, Sicilia y Granada,
y sobre ellos, dos ángeles sostienen escudos con la cruz florenzada,
emblema de la Orden Dominica.


En lo más alto, descentrado con relación a la portada,
está de nuevo el escudo real, sustentado por el águila
y flanqueado por dos leones rampantes
portando el yugo y las flechas.


El ciclo iconográfico se completa con cuatro imágenes
que representan a santo Domingo de Guzmán,
santo Tomás de Aquino, san Pedro de Verona
y una cuarta imagen difícil de reconocer por estar mutilada
pero que se suele identificar con san Raimundo de Peñafort.


Ante la portada hay un atrio,
algo habitual en los conventos de órdenes mendicantes:
en ellos tenían lugar los sermones públicos
y la portada actuaba como fondo visual del discurso.


***


También entonces se construyó un nuevo acceso
a la Cueva Santa:


Hoy una puerta de piedra da a un pequeño jardín
ubicado en parte del antiguo convento;
en él hay un mirador sobre el Eresma.


Al otro lado del jardín está la portada del santuario,
protegida por un tejaroz.


En el pórtico hay un bajorrelieve de Santo Domingo
y, a ambos lados de la imagen,
sendos escudos de los Reyes Católicos
(representados por sus iniciales respectivas
y por el yugo y las flechas);
un brazo sale de cada escudo
y los dos sujetan la cruz que porta Santo Domingo,
símbolo del apoyo de los reyes a la Orden Dominica.


La puerta da acceso a la Capilla de los Reyes Católicos,
dependencia que antecede a la Cueva
y que se construyó adosada a ésta.


Los nervios de su bóveda apoyan en ménsulas
decoradas, de manera alterna,
con escudos de los monarcas,
ángeles tenantes de los símbolos de los Reyes Católicos
y escudos de la Orden
y perros luchando contra lobos como atributo de Santo Domingo.


A través de la capilla se accede a la Cueva.
La bóveda de la Cueva está decorada en estilo churrigueresco.
Originariamente, las paredes estaban revestidas
con azulejos de Talavera de la Reina
que fueron eliminados en una reforma llevada a cabo
en los años 80 del siglo XX.


En el muro de la derecha se abre una hornacina
con una figura de Santo Domingo,
talla atribuida al escultor Sebastián de Almonacid;
aquí se han conservado algunos azulejos
como los que revestían el resto de la capilla.
La verdadera Cueva de Santo Domingo
se encuentra tras esta hornacina,
con la entrada tapiada por el muro.


La Cueva, convertida en relicario,
fue tapiada ya en época de la construcción del monasterio.
Una noche de 1566 los monjes rompieron la entrada,
bajaron a la gruta y encontraron las paredes de ésta
salpicadas de sangre que seguía fresca.


En 1574 Santa Teresa de Jesús visitó la Cueva
y tuvo en ella un profundo trance místico.
Contó a su confesor que se le había aparecido Santo Domingo
y le había narrado los tormentos sufridos allí.
La santa afirmó que el santo que se le había manifestado
tenía gran semejanza con la imagen que se veneraba en la capilla
(la atribuida a Sebastián de Almonacid)
y pidió por ello a los padres dominicos que la cuidaran.


La cueva fue vuelta a tapiar y así permanece hasta hoy,
escondida tras la pequeña capilla barroca subterránea.


***


Desde su fundación hasta el siglo XVIII
el poder y el prestigio del convento fueron acrecentándose,
se acumularon obras de arte
y se emprendieron ampliaciones para poder atender
las crecientes necesidades materiales, espirituales e intelectuales,
dando como resultado un complejo entramado arquitectónico.

*** 
 

El primer golpe para Santa Cruz fue la Invasión Francesa:
Tras el decreto de exclaustración de las órdenes religiosas
dictado por el gobierno napoleónico,
el convento sufrió importantes saqueos y destrozos,
fue convertido en prisión militar
y en 1809 fue incendiado.
Muchas obras de arte fueron robadas o quedaron destruidas.

En 1814 regresaron los frailes
y emprendieron una apresurada restauración
para poder volver a habitarlo.

Sin embargo, en 1836 la Desamortización
significaba el abandono definitivo del cenobio.
Lo poco que se había salvado de los franceses quedó dispersado
entre la Diputación, museos, otras iglesias y colecciones privadas.
El convento quedó deshabitado.

*** 


En 1845 la Diputación de Segovia lo destinó a beneficencia
y estableció en él un hospicio de niños y un asilo de ancianos,
funciones que requirieron de obras sucesivas de adaptación
que fueron modificando el aspecto original del convento
y degradando el conjunto, al írsele añadiendo
distintas construcciones de nulo valor arquitectónico.

En la década de 1980 el edificio quedó abandonado.
En 1997 la Diputación, propietaria del edificio,
lo cedió como sede a una Universidad privada,
que se comprometió a llevar a cabo su rehabilitación.

Entre 1998 y 2000 el edificio fue restaurado
para acoger el campus en Segovia de la Universidad S.E.K.
(hoy llamada IE –Instituto de Empresa-  Universidad).
La iglesia en la actualidad es el Aula Magna.

Las instalaciones sólo se pueden visitar parcialmente y con dificultad.

*** 


Durante mucho tiempo la Cueva fue un lugar de peregrinaje.
La Desamortización significó la desaparición del convento,
pero la Orden Dominica ha logrado mantener
la titularidad de la Cueva,
de cuyo cuidado se ocupan actualmente
las madres dominicas de Segovia.

2 comentarios:

  1. Sólo lo vimos por fuera y parecía abandonado.

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    1. No está abandonado, desde luego, pero es una lástima que sea tan difícil de visitar, siendo un lugar de tanta importancia histórica.

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