jueves, 8 de enero de 2015

VALLADOLID



CUATRO ROMANCES DE QUEVEDO

(cuando la corte se trasladó de Valladolid a Madrid)


A tí digo, el pajecico
que al Rey mi señor le llevas
tiernas cartas de Madrid
que dan principio á mis quejas:
si el bello rostro no finge
la nobleza que en él muestra,
ó si por ventura tienes
alguna parte en mi tierra,
que me escuches te suplico
y que á mis querellas tiernas
siquiera por cortesía
les des atentas orejas.
Más habrá de cuarenta años
que estando rica y contenta,
el gran Felipe Segundo
hizo de mi casa ausencia.
Sentí, como era razón,
del tiempo las inclemencias,
que del tiempo las mudanzas,
¿qué piedra hay que no las sienta?
Al fin pasé como pude
esta larga cuarentena,
con ayunos y vigilias
harto flaca y macilenta;
hasta que Dios fué servido
que á reparar mis almenas
vino el tercero Felipe
y le recebí contenta.
Abrí para recibirle
hasta mis entrañas mesmas,
que es mi sol, y como tal
me da vida su presencia.
Tuvo tres hijos en mí,
y á sus bautismos y fiestas
salieron todos los míos
con entrañable entereza.
Levanté muchos palacios,
hice fábricas inmensas,
empedré calles y plazas,
puse á las ventanas rejas,
un pretil al Espolón,
hícele un muelle al Pisuerga,
y para sotos y prados
derribé viñas y huertas.
Contarle los pasadizos
es cosa que me atormenta,
que en tratando de pasar
me traspasa el alma mesma.
Truje la fuente de Argales
en una costa soberbia
hasta la plaza del Campo,
corto plazo y larga pena.
Procuré á mis cortesanos,
como cortés y discreta,
servillos en cuanto pude;
no sé yo de qué se quejan.
Desde el punto que los vi
no se ha pasado Cuaresma
que no toquen á marchar
y publiquen el ausencia.
Todo ha sido enfermedades,
mas ¿qué mucho que las tengan,
si las han solicitado
con temerarias tristezas?
Siempre por Madrid llorando,
¿qué mucho que les suceda
en su salud mil naufragios
con la voluntad enferma?
Mas si es cosa natural
que todos los hombres mueran,
¿por qué han dado contra mí
por cualquier muerto querella?
Pena fué del primer padre,
y siendo tan cierta pena,
desde que los recebí
de que la paguen se quejan;
no sé cómo te lo diga,
pero mira y considera
si por ventura en Madrid
eran las vidas eternas.
Aquí se me acaba el alma,
que dicen, y es cosa cierta,
que se ha hecho un pasadizo
por donde la Corte vuelva.
Dile, pues, discreto paje,
al Rey mi señor, que advierta
que muere Valladolid
y que sin él muerta queda.
Dile que muere tan pobre
que por no tener hacienda
deja de hacer testamento
y de declarar sus déudas;
que le pido por merced,
ya que difunta me deja,
que como de criada suya
tenga de mis hijos cuenta.—

Esto dijo, mas no pudo
pasar de allí, porque llena
de lágrimas y suspiros,
aunque viva, muerta queda.


*** 

Magüer que yace finado
de dentro de su capilla,
fablando está Peranzules
con Valladolid la rica.

—Membrárseos debe el priado,
le dice, señora mia,
que sois ciudad populosa
y non limitada villa;
no os acuitéis de mal grado,
Reina de las dos Castillas,
teniendo lo que tenedes,
fincando lo que vos finca.
¿Qué ciudad tiene cual vos
tan noble Chancillería,
con su Iglesia Catedral
y obispo que la bendiga,
santa y justa Inquisición
contra la secta maligna,
Universidad famosa
de España la más antigua,
tantas damas, tantos nobles,
tantos omes de valía,
Almirante, Condestable,
Duques de muy alta guisa,
templos, casas, edificios
que al de más soberbia admiran,
Condes, Marqueses, Señores
que por honor os habitan?
¿Non yace aquí vuesa plaza,
cuya beldad peregrina
la de Génova escurece
siendo Génova la rica?
Vuesa casa de moneda
y la vuesa Platería,
¿quedan acaso cerradas
que las lloráis en tal guisa?
La vuesa puerta del Campo,
que al sol en saliendo obliga
llegue á besarla los pies,
¿por aventura os la quitan?
El vueso anciano Pisuerga
ó el su criado Esguevilla,
su prado ameno, apacible,
y sus riberas floridas,
sus álamos y sus chopos,
sus frutas, galeras, ninfas,
¿vánse acaso con la Corte
que vos ponéis tan marchita?
Ayer no estabais contenta;
no sé cierto que vos diga:
non tentéis al tiempo vario,
dejad que sus vueltas siga.
Pan vos darán vuesos campos,
vino darán vuesas viñas,
carne las vuesas dehesas,
Tudela mozas garridas,
Zaratán y Ciguñuela
los panecillos de á libra;
Pisuerga, truchas y peces,
barbos y frescas anguilas,
conejos Castro Calbón,
palominos Tordesillas,
pavos la vuesa Almenara
y Bamba y Geria gallinas;
Vizcaya hierro y pescado,
Setubar frescas sardinas,
Cerrato miel y panales
y León las mantequillas;
Segovia ventidoseno,
magros perniles Galicia,
Peñafiel hermosos quesos
y rico vino Medina;
picotes, mantos y mantas,
dentro en vuesa casa misma
los tendréis como querades,
y de Simancas las guindas;
dulces frutas de la Vera,
de vuesos pinares piñas,
espárragos de Portillo,
melones de Valdestillas.
¿Qué vos falta, mal pecado?
Guardad, por vos no se diga
que el mucho bien mal vos face;
reprimí la vuesa cuita.
Un muerto vos lo aconseja;
creelde, dueña garrida,
que la fabla de los muertos
siempre á los vivos avisa.
Rogad á Nuestro Señor
que vos conserve y permita
guardar las vuesas faciendas
porque vueso nombre viva.


*** 

—Tráiganme papel y tinta
que quiero escribir mis penas
al Rey mi señor, por ver
si acaso de mí se acuerda;
y déjenme un poco á solas,
porque al contemplar en ellas
haga que mi pluma cuente
lo mucho que me atormentan.
Si preguntaren por mí,
digan que me hallo indispuesta
y que no admito visitas
ni doy lugar que me vean.
Ciérrense las puertas luego
porque mi dolor no entiendan,
que el llorar en pechos nobles
si no es amor, es flaqueza.—

Dijo la noble ciudad
que es en este mundo reina,
y de su casa un anciano
esto le dió por respuesta:

—Non querás , dueña honorosa,
acoitar vuesas proezas,
catad que vienen de lueño
y no son de ayer compuestas.
Nueso Señor os bendiga,
que á la mia fe, noble fembra,
harto así luenga fincáis,
non vos noten de avarienta.
Y por la vuesa mesura
vos juro que no debiera,
que fincáis la más hermosa
que fincó naturaleza.
Non vos fagáis mortecina,
surgid vuesa faz serena,
non digan que en Santa Clara
dan golpes las tumbas vuestras;
que como Castilla sois,
no será mucho que sienta
en ver vuesa catadura,
que cual finada estáis yerta.
Vuesos ojos amarridos
pueden fincar con clareza,
magüer si vos dejan Reyes
non es por ser vil trotera.
Conque vos parezca ansí
que cedo de vos se arriedra,
ya tornarán mil vegadas
á gozar vuesas riberas;
que non yacéis vos villana
como la vuesa parienta,
pues por fincar en tal guisa
la dejaron sola e yerta.
Farto cortesana sois,
non vos falaguen sus tretas,
que vos sois de prez hidalga
y non villana grosera.
Non fagades comparanza
entre ella á vuesa pureza,
en al que sois humildosa,
ella astuta falagüeña.
Voto á Santa Potenciana
que non vos falta nobleza,
que fijos tenéis fidalgos
de quien los Reyes se precian,
faciendas harto colmadas,
el Señor vos las mantenga;
non me cale que vos diga
sino que sois mal contenta.
En la vuesa habed folganza,
que bien sabéis si se os miembra
que yo me yago en lo mío
allá en par de San Esteban;
porque al ome de valia
no le abonda la nobleza
prestada de ajenos homes
siendo la suya asaz buena.
Terceros desaguisados
con andanzas lisonjeras
os han puesto denostada,
mas buen tercero os defiensa,
Ningún tuerto vos han fecho,
que á facérosle, ya oviera
el vueso fijo Don Pedro
tomado venganza entera.
Antes finca, empalagado
de veros sandiosa é terca,
é que siendo honra de godos
non haya en vos madureza.
Non plañáis de ese talante,
que fasta el vueso Pisuerga
revierte con vueso llanto;
non vos acoiteis, que es mengua.
Solazaos, la mi señora,
que si la corte vos deja,
corrida se fué de ver
que non luce con la vuesa.
Trascolado á mi razón
apañalda é non se os pierda
que la fabla de los buenos
siempre lo bueno aconseja.


*** 

Saliéndose á pasear
Valladolid por su Plaza,
la mejor que tiene el mundo,
un lunes por la mañana,
día de San Ildefonso,
fiesta tan solenizada,
sin temor de la fortuna
que nunca le fué contraria,
donde vió muchos corrillos
de la gente cortesana;
y con deseo de saber
lo que entre ellos se trataba,
oyó que decían voces:

— ¡Ya la Corte hace mudanza!
Y como ella siempre fué
tan sagaz, discreta y sabia,
volviendo el rostro á sus hijos
les dice aquestas palabras:

—Hijos, dad gracias á Dios
y á la Virgen dad mil gracias,
que os sacó desta tormenta
y os libró desta borrasca.
Yo sé que conoceréis
cuando la Corte se vaya
que todo lo ordena Dios
para bien de vuestras almas.

La Corte es jardín de flores
de mil nobles adornada,
donde florecen las letras
y permanecen las armas
de los nobles caballeros
que la siguen y acompañan;
donde está la discreción
de mil señores y damas;
en ella está la justicia
que con gran rigor se guarda;
en ella está el gran Felipe
honra de la casa de Austria;
en ella está Margarita,
piedra preciosa de España,
que por todos estos dos
tengo el alma lastimada.

Todo aquesto tiene bueno,
mas en esta otra balanza
sabed que sigue la Corte
mucha gente desalmada;
en ella está la codicia,
los enriedos y marañas,
mujeres de mala vida
en nombre de cortesanas,
que apenas lucen las buenas
cercadas de tantas malas;
todo esto lleva tras sí
y otras infinitas faltas.
Hoy nos encarece el pan,
el vino y carne mañana,
todas las mercaderías
ya no hay quien pueda comprarlas.
Vaya la Corte á Madrid
y vista esa dueña honrada,
que después que le faltó
anda desnuda y descalza;
y acabe ya de llorar,
pues es cosa averiguada
que con ella puede hablar
y sin ella poco ó nada.

Hijos, ya me conocéis
y sabéis que no es jactancia,
pues siempre nombrada fui
en Europa, Africa y Asia,
y «Valladolid la rica»
en todo el mundo me llaman,
aunque ahora que estoy pobre
ya no me estiman en nada
y me dicen que soy sucia
porque les lavo sus manchas,
ó se las lava mi Esgueva,
su aborrecida y mi esclava.
Tengo con el gran Felipe
tal crédito y confianza,
que jamás me olvidará
ni jamás le seré ingrata.
Mas siendo Madrid su madre,
no será bien olvidarla,
y como sabe que es muerta
quiere ir á resucitarla;
y así sus hijos podrán
aparejar su jornada,
que sin Corte pasará
quien siempre fué cortesana.

miércoles, 7 de enero de 2015

VALLADOLID. Palacio de la Ribera



El Palacio Real de Valladolid carecía de jardines.
El Duque de Lerma puso remedio a esa carencia
con la compra de una finca al otro lado del río,
a la altura del palacio de Benavente.

Estaba situada frente a lo que hoy es la playa de Las Moreras,
junto al Puente Mayor
(que durante siglos fue el único puente de la ciudad),
entre la ribera del río Pisuerga
y lo que entonces era Camino del Monasterio del Prado
(el Camino es la actual Avenida de Salamanca
y el Monasterio la actual Consejería de Cultura).
Esta zona (futuro Barrio de la Victoria) era un lugar concurrido,
pues era salida hacia poblaciones que abastecían la ciudad.

El lugar se llamó en principio Huerta de la Ribera o Huerta del Duque
y luego Huerta del Rey.

El Duque de Lerma compró las tierras y construyó un palacio
cuando la corte estuvo en Valladolid.

La quinta comenzó a configurarse en 1601
con la compra de las parcelas inmediatas al Puente Mayor,
y fue creciendo con sucesivas compras
a la vez que el monarca también adquiría terrenos vecinos
por consejo del valido.


***

Inicialmente fue la residencia del Duque.
El palacio se podía observar desde la ciudad,
manifestación del poder del valido, inaccesible para casi todos,
con la entrada desde el Camino al Monasterio.
En él el Duque agasajó al monarca con todo tipo de festejos.

El asentamiento de la corte en Valladolid puso de manifiesto
el absoluto control del Duque sobre la voluntad regia.
El valido dejó constancia de su presencia en la ciudad
a través de sus distintas fundaciones conventuales.
La Quinta de la Ribera competía con el Palacio Real.
El monarca parecía un huésped del Duque,
con sus continuas visitas a la residencia de éste.
Las referencias al palacio del Duque
se multiplican en la correspondencia de los embajadores.

Recreación: Domus Pucelae

La fachada norte tenía treinta y cuatro ventanas
y la fachada sur cinco puertas y veinte ventanas.
Sus estancias estuvieron decoradas con cuadros de gran valor,
obras de Carducho, Rubens, Veronés, Tiziano o Pantoja de la Cruz,
el grueso de la colección del Museo del Prado.

El lugar estaba concebido como una casa de recreo,
con jardines, arboledas, pérgolas, torretas, cenadores,
estanques, fuentes, pajareras, una plaza de toros
y un zoológico con leones, camellos y otros animales.
La finca contaba además con una buena extensión de huertas
y campos de árboles frutales, como almendros y naranjos,
con dependencias para labores agrícolas, una bodega y un lagar.
Disponía también de una zona de bosque dedicada a la caza
donde había jabalíes, venados, conejos y aves.

Estaba comunicado con lo que entonces era Palacio Real
(el palacio del Conde de Benavente)
por un pasadizo que atravesaba el río a la altura de San Quirce.

En 1604 Domitio Peroni escribe a Fernando de Medici:
«El jardín sirve por entero a la recreación y entretenimiento de sus Majestades, y ahora, para comodidad de sus Majestades, han hecho hacer un pasadizo de tablas al ras de la tierra, que atraviesa un camino y toda la rivera siguiendo el río, de unas 300 brazas. Se sale por una puerta, por detrás del palacio viejo [el del Conde de Benavente], y se llega hasta el agua donde hay una fragata con la que pasan el río y rápidamente, sin ser vistos, entran en el jardín por una escalera que sube hasta un cenador que bajo la sombra de mucha verdura se asoma sobre el río. Y aquí se quedan a pescar».

Se trataba de un corredor que comunicaba
el huerto de las casas del conde de Benavente con el embarcadero.

En un aposento del palacio se guardaban
dos mil cuatrocientos vidrios ordinarios
y doscientos cinco vidrios cristalinos
para las ventanas del palacio.
Estos vidrios sólo se colocaban en las ventanas
cuando los reyes estaban en el Palacio.
En la plaza de toros, situada en el interior,
se celebraban tanto corridas como luchas entre toros y leones.
Desde las galerías que daban al río se presenciaban
los espectáculos que se organizaban en éste:
naumaquias, lanzamiento de toros al agua, etc.

El río fue aprovechado tanto por su valor piscícola
como por su carácter lúdico
mediante un cenador y paseos en galeras y góndolas reales.

Dentro del río se levantó un cenador con paredes de celosía
al que se subía por una escalera cubierta.

El palacio se unió al resto del entramado palaciego de la ciudad
a través de dos embarcaderos, construidos a ambas orillas del río.

Las embarcaciones estaban engalanadas con banderas,
estandartes con escudos y gallardetes con diversos motivos.
Destacaba la galera San Felipe, bautizada así en honor del rey
y pintada por Santiago de las Cuevas:
«un cielo de damasco azul y dorado guarnecido con franjón de oro».

En 1604 el general Pedro de Zubiaurre construyó
un ingenio hidráulico, cerca del Puente Mayor,
para subir el agua del Pisuerga para los huertos y los jardines.
El italiano Domitio Peroni describía así el ingenio
en carta a su señor el duque florentino:
«Este agua la sacan por medio de trompas del río y la hacen salir fuera del río y más alto de la tierra, unas 14 brazas por encima, a través de ciertas vigas perforadas. Y desde la primera viga donde está el conducto e ingenio, parte un acueducto que la conduce hasta el jardín. Y el acueducto es de leña como un canal acomodado y armado sobre ciertas vigas gruesas fijadas al terreno cada 20 brazas. Y será este acuaducto alrededor de media milla de largo y alto por encima de la tierra 14 brazas».

*** 


En 1601 el Gran Duque de Toscana, Fernando de Medici,
regaló al Duque de Lerma una fuente para los jardines de su Palacio,
fuente de la que se había encaprichado el de Lerma
y que llegó a Valladolid al año siguiente:

Había sido realizada por Giovanni Bologna hacia 1565
para el Gran Duque de Francisco de Medici,
quien la emplazó en su Casino de Florencia.


Esta obra es mencionada en sus textos
por Vasari, Milanesi, Borghini y Baldinucci.
Su dibujo original se conserva en la Galería de los Uffizi de Florencia,
boceto en el que se puede ver cómo era inicialmente el conjunto.


La taza estaba formada por cuatro alvéolos sujetos por tritones.
En su centro se levantaba el grupo escultórico “Sansón y el filisteo”.

Fue la única fuente realizada por Juan de Bolonia para los Medici
que salió de Florencia,
y era una de las más valoradas del artista
(que a su vez era en aquel momento un escultor muy renombrado).

Recreación: Domus Pucelae

El Duque de Lerma quiso otra escultura similar,
para colocarla en una fuente pareja.

A lo largo de 1604, Domitio Peroni, al servicio del Duque de Toscana,
mantiene correspondencia con Florencia
acerca del jardín del Duque de Lerma y las fuentes:

«Las Magestades frecuentan bastante el jardín del señor duque de Lerma en estos días de buen tiempo. Y esta Semana Santa se hará un altarcillo con bellísimo aparato con ocasión del sepulcro [Se refiere al sepulcro que se está construyendo el Duque en la iglesia de San Pablo].
El señor Duque, para dar gusto a sus Magestades, pone todo estudio en hacer bello el dicho jardín y habitaciones que en él hay.
Se ha ampliado más de la mitad y se agrandará aún más el jardín, donde, según el diseño, tienen pensado mover aquella fuente de donde la habían puesto, que venía a ser el centro – y ahora por el crecimiento del jardín queda a un lado – y ponerla centrada.
Pero no la moverán hasta que el Carducho, pintor florentino, haya dado al señor Duque una respuesta, haviéndole S. E. encargado de escribir a Florencia para ver si se encuentra una parecida a ésta para comprarla. Porque encontrando una igual, no moverían ésta. Y la otra que tuviesen la pondrían en el centro de la otra mitad del jardín.
Verdaderamente se ve que en materia de fuentes no se podría hacer al señor Duque más relevante placer. Y que de éstas gusta más que de ninguna otra cosa, haviendo conducido tanta agua a su jardín que sería bastante para más de cuatro fuentes».

En otra carta de 1604, Peroni insiste sobre el tema:
«La fuente que desea el señor duque de Lerma
para acompañar a aquélla que le mandó S. A. hace años».

Ese mismo año, en una tercera misiva
Peroni informa al Duque de Toscana
que el Duque de Lerma ha ampliado su jardín
y que, debido a las prisas en remodelarlo,
la nueva estatua pedida ya no servirá de pareja a la del Sansón
que con la ampliación del jardín había quedado desplazada, pues,
«haviendo considerado que no se podría tener sino tras largo tiempo y que era aún dudoso conseguirla, se resolvió mover aquella de Sansón y ponerla en medio de todo el jardín, acompañada con otras cuatro fuentecillas».

«Ahora el Duque ha comprado de la parte de dicho jardín casi toda la ribera que hace perspectiva de la parte de aquí hacia la ciudad. De manera que digo que, teniendo el señor duque el humor en esto, es verosímil que otra fuente no le sería sino queridísima».

La estatua sigue resultando útil
porque el ambicioso proyecto del Duque prevé nuevas ampliaciones:
«aún así creo que si mandase aquí un bella fuente, sería extraordinariamente aceptada. Y este próximo año llegaría oportunamente porque el proyecto del señor Duque es que, de la otra parte de la casa, en la ribera del río, se haga otro jardín de la misma forma de éste que está ya hecho y terminado. Y aquella parte se empieza ya a circundar con muros. Y en esta parte estará la entrada principal del jardín y por una calle se llegará a la casa. Y de la casa se pasará a la otra parte del jardín que ahora está hecho».

La construcción de la fuente continuó
pese a no ser ya requerida como compañera del Sansón.


Con el tema “Sansón y el león”,
y también como regalo del florentino
(previas discretas mediaciones diplomáticas),
fue realizada por el escultor Cristoforo Stati, terminada en 1607
y enviada por Fernando de Medici a España.


En la segunda mitad del siglo XVII el historiador Filippo Baldinucci
mencionaba el envío de la estatua de Giambologna a España:
«por el gran duque Fernando,
expedida de regalo al duque de Lerma en España,
junto a otra en la que está Sansón abriendo la boca al león,
hecha por Cristoforo Stati de Bracciano».

No hay más referencias documentales a esta segunda estatua.
No se sabe dónde se ubicó una vez llegada a España.
No se sabe qué ocurrió con ella después.

En 1623 el grupo escultórico de Giambologna
fue regalado al príncipe de Gales, futuro rey Carlos,
junto con un cuadro de Pablo Veronés,
con ocasión de una estancia del príncipe en España.
En un escrito remitido al Rey se relata lo sucedido:

«Se fue a ver la huerta de Su Magestad acompañándole el Conde de Monterrey, el Duque Boquingan y su Embaxador ordinario y el Conde de Barajas y don Rodrigo Enríquez.
Vió todo lo que avía que ver en ella y contentóle tanto la statua de Cayn y Abel que estava en la fuente grande y una pintura de Paulo Veronese, que dio a entender gustaría de llevarlas, y la Junta dio orden al Veedor de las Obras que se las diese juzgando que Vuestra Magestad lo tendrá por bien y que no se podía escusar aviéndolas pedido y dexó un criado allí para sólo recivirlas».

Al salir de España la obra llevaba el título de “Caín y Abel”
(porque como tal fue interpretada la escena en la corte española)
y de este modo fue conocida durante mucho tiempo en Inglaterra.

Ese mismo año Jerónimo de Angulo solicitaba licencia para adquirir
una nueva figura que rematase la taza
y recordaba que las figuras que se llevó el príncipe de Gales
«valían... mucho y eran de grande estimaçión;
por lo menos no ay ahora en España quien las pueda hazer».

Pero en 1653 se ordenó la entrega de la taza
para instalarla en El Pardo,
contra el parecer de los encargados del jardín de la Ribera,
que avisan de que se está
«echando a perder el mejor jardín que tiene vra. magd.»


En 1654, el sobrestante Santiago Vaca remitía a sus superiores
un dibujo, conservado en el Archivo General de Simancas,
de la nueva fuente que sustituyó en Valladolid a la florentina.
No se sabe a dónde ha ido a parar esta fuente.

En 1655 la taza florentina fue enviada a los Jardines de Aranjuez.
Por entonces era conocida como Fuente de los Tritones.


Allí se le dotó de un nuevo remate:
una escultura de Baco realizada por el flamenco Jacobo Jonghelinck,
como se ve en los grabados de Meusnier y de Álvarez Colmenar
y como se mantiene en la actualidad.


El Sansón de Juan de Bolonia ha terminado
en el Museo Victoria y Alberto de Londres.

Se sabe mucho sobre lo que ocurrió con el Sansón de Giambologna
pero hasta hace poco apenas se recordaba el de Stati.
Hacia 1996 era propiedad de un coleccionista suizo;
en la actualidad se encuentra en el Instituto de Arte de Chicago.
En Aranjuez hay una figura similar que puede ser una copia.

*** 


El portugués Tomé Pinheiro da Veiga
tuvo ocasión de ver la Huerta, sus jardines y sus fuentes,
y los describió en su Fastiginia.
Vida cotidiana en la corte de Valladolid:
«En esta huerta hay campo para todo género de caza, y frente al palacio viejo unas casas, galerías y jardín y las calles con celosías de madera pintada sobre el río. […]
Está el jardín repartido en cuatro cuadros, con cuatro fuentes de invenciones, y en el medio una de alabastro que al duque mandó el duque de Florencia, que tiene las figuras de Caín y Abel, cosa tan perfecta que, como si fuera de Mirón o Policleto, la hallo digna de mandarse de Italia a España.
Está el jardín acompañado de casas, galerías, barandas, que vienen al río de un lado a otro, con lo que queda más hermoso y apacible; tiene casas de pajarillos con árboles en que se crían, y otras curiosidades. Las casas, así las altas como las bajas, están todas llenas de las más hermosas pinturas que hay en España, y muchas de ellas originales de Urbino, Miguel Ángel, Ticiano, Leonardo, Mantegna y otros más modernos, que fueron los Apeles, Timates, Zeuxis, Parrasios, Protógenes y Apolodoros de nuestros tiempos».

*** 


En un dibujo de Ventura Pérez quedaron plasmados
el ingenio de Zubiaurre, el Puente Mayor, las aceñas, el Espolón.
Y un toro en el agua
(aunque tal como lo pintó Ventura Pérez podría ser cualquier cosa).

*** 


En el fondo de un retrato de la infanta Ana María Mauricia
realizado por Juan Pantoja de la Cruz en 1602,
actualmente conservado en el Museo de Historia del Arte, de Viena,
desde una ventana se ve el Pisuerga a la altura del Puente Mayor.

Pantoja de la Cruz, nacido en Valladolid hacia 1553,
fue retratista oficial de las cortes de Felipe II y Felipe III,
y, cuando la corte se trasladó a Valladolid,
acompañó a Felipe III, y allí realizó algunos retratos destacados,
como el del propio monarca (Colección BBVA, Madrid),
el de la reina Margarita de Austria (Museo del Prado, Madrid),
el del Duque de Lerma (Colección Duque del Infantado, Madrid)
y el de la Infanta Ana Mauricia.

La infanta, hija de Felipe III y Margarita de Austria,
fue la primogénita de sus ocho hijos
y nació en Valladolid el 22 de septiembre de 1601,
cuando sus padres se alojaban en casa de los Condes de Benavente.
Cuando el 7 de octubre se celebró su bautizo en San Pablo,
la familia ya estaba instalada en el Palacio Real.
(Ana Mauricia de Austria casará con Luis XIII de Francia,
y será madre del futuro Luis XIV, el “Rey Sol”).

Don Felipe encargó a Pantoja de la Cruz un retrato de su hija.
La niña tenía dos meses,
aunque el pintor colocó su rostro sobre un cuerpo algo mayor.

La situó en el interior de una estancia
en la que por una ventana abierta al fondo se ve un paisaje.
Es una de las pocas vistas de Valladolid realizadas en esos años
y permite ubicar la escena en una de las salas
del palacio de los Condes de Benavente en el que nació la infanta,
en el ala orientada hacia el río, con galerías sobre el Pisuerga.

Recreación: Domus Pucelae

En primer plano se ve el Espolón (zona urbanizada hacia 1700),
por donde pasan unas caballerías.

En el río se distinguen embarcaciones,
tres aceñas o molinos harineros junto a una presa
y parte del Puente Mayor (actualmente muy reformado):
los cinco arcos inmediatos a la otra ribera,
con la primitiva Puerta del Puente, un portazgo
que daba beneficios aduaneros al convento de San Pablo.
(La Puerta del Puente fue demolida en el XIX).
No existe todavía el pretil del puente formado por bolas,
que fue colocado en 1603.

Al fondo se puede ver, a la derecha, una plaza
y, a la izquierda, un puentecillo que da acceso a la Huerta del Duque,
que se extiende paralela a la vegetación que bordea el cauce.

Enfrente de la Puerta del Puente
se encuentra el Humilladero del Cristo de la Pasión,
que perteneció a esta cofradía penitencial.
Fue derribado en 1815.

A su derecha está el hospital de San Bartolomé,
que dio nombre a la plaza.
El lugar será escenario en 1812 del enfrentamiento
entre los invasores franceses y las tropas que defendían la ciudad.
El convento será demolido en 1837.

Todo estos alrededores del Palacio de la Ribera han desaparecido,
sustituidos por bloques de edificios
construidos a partir de los años 70 del siglo XX.

*** 


Una litografía del siglo XIX plasmó el entorno
poco antes de su desaparición: una perspectiva del puente
desde el Barrio de la Victoria, junto a la Huerta del Rey,
con la Puerta del Puente ya transformada en arco triunfal,
reforma que se había realizado en el siglo XVII.
Junto a la puerta, una venta y dos iglesias,
la de San Nicolás y la de San Agustín.

*** 


El 11 de junio de 1606 el Palacio de la Ribera
pasó a formar parte del Real Patrimonio
cuando el duque de Lerma lo vendió a Felipe III
para integrarlo en la “Huerta del rey”,
los terrenos que había ido comprando el monarca junto al río.

Sin embargo, ese mismo año la corte abandonaba la ciudad
y el Palacio de la Ribera perdió su esplendor.


Tras el regreso de la corte a Madrid, el palacio fue poco utilizado.
Se realizaron pequeñas obras en el siglo XVII,
para las visitas de Felipe IV en 1660 y de Carlos II en 1690,
pero la realeza lo fue olvidando.
Según un inventario de 1703, el palacio tenía
quinientos diecinueve cuadros y un abundante y lujoso mobiliario.
Pero a lo largo del siglo XVIII todo ello se fue desperdigando.


Tras un grave proceso de deterioro del palacio,
en 1761 el arquitecto Ventura Rodríguez aconsejó su derribo.
Previamente fue desmantelado.
Sus materiales se utilizaron en otros edificios.


Actualmente, el Ayuntamiento ha recuperado dos muros,
y restos de cimentación que estaban ocultos por tierra y maleza.
Sólo eso queda.


Cuando se echa la vista al pasado, Valladolid emerge
como una gran ciudad fantasma,
una ciudad de edificios magníficos repletos de obras de arte,
brillantes construcciones de otros tiempos
que ya no existen ni tan siquiera en el recuerdo.