miércoles, 7 de enero de 2015

VALLADOLID. Palacio de la Ribera



El Palacio Real de Valladolid carecía de jardines.
El Duque de Lerma puso remedio a esa carencia
con la compra de una finca al otro lado del río,
a la altura del palacio de Benavente.

Estaba situada frente a lo que hoy es la playa de Las Moreras,
junto al Puente Mayor
(que durante siglos fue el único puente de la ciudad),
entre la ribera del río Pisuerga
y lo que entonces era Camino del Monasterio del Prado
(el Camino es la actual Avenida de Salamanca
y el Monasterio la actual Consejería de Cultura).
Esta zona (futuro Barrio de la Victoria) era un lugar concurrido,
pues era salida hacia poblaciones que abastecían la ciudad.

El lugar se llamó en principio Huerta de la Ribera o Huerta del Duque
y luego Huerta del Rey.

El Duque de Lerma compró las tierras y construyó un palacio
cuando la corte estuvo en Valladolid.

La quinta comenzó a configurarse en 1601
con la compra de las parcelas inmediatas al Puente Mayor,
y fue creciendo con sucesivas compras
a la vez que el monarca también adquiría terrenos vecinos
por consejo del valido.


***

Inicialmente fue la residencia del Duque.
El palacio se podía observar desde la ciudad,
manifestación del poder del valido, inaccesible para casi todos,
con la entrada desde el Camino al Monasterio.
En él el Duque agasajó al monarca con todo tipo de festejos.

El asentamiento de la corte en Valladolid puso de manifiesto
el absoluto control del Duque sobre la voluntad regia.
El valido dejó constancia de su presencia en la ciudad
a través de sus distintas fundaciones conventuales.
La Quinta de la Ribera competía con el Palacio Real.
El monarca parecía un huésped del Duque,
con sus continuas visitas a la residencia de éste.
Las referencias al palacio del Duque
se multiplican en la correspondencia de los embajadores.

Recreación: Domus Pucelae

La fachada norte tenía treinta y cuatro ventanas
y la fachada sur cinco puertas y veinte ventanas.
Sus estancias estuvieron decoradas con cuadros de gran valor,
obras de Carducho, Rubens, Veronés, Tiziano o Pantoja de la Cruz,
el grueso de la colección del Museo del Prado.

El lugar estaba concebido como una casa de recreo,
con jardines, arboledas, pérgolas, torretas, cenadores,
estanques, fuentes, pajareras, una plaza de toros
y un zoológico con leones, camellos y otros animales.
La finca contaba además con una buena extensión de huertas
y campos de árboles frutales, como almendros y naranjos,
con dependencias para labores agrícolas, una bodega y un lagar.
Disponía también de una zona de bosque dedicada a la caza
donde había jabalíes, venados, conejos y aves.

Estaba comunicado con lo que entonces era Palacio Real
(el palacio del Conde de Benavente)
por un pasadizo que atravesaba el río a la altura de San Quirce.

En 1604 Domitio Peroni escribe a Fernando de Medici:
«El jardín sirve por entero a la recreación y entretenimiento de sus Majestades, y ahora, para comodidad de sus Majestades, han hecho hacer un pasadizo de tablas al ras de la tierra, que atraviesa un camino y toda la rivera siguiendo el río, de unas 300 brazas. Se sale por una puerta, por detrás del palacio viejo [el del Conde de Benavente], y se llega hasta el agua donde hay una fragata con la que pasan el río y rápidamente, sin ser vistos, entran en el jardín por una escalera que sube hasta un cenador que bajo la sombra de mucha verdura se asoma sobre el río. Y aquí se quedan a pescar».

Se trataba de un corredor que comunicaba
el huerto de las casas del conde de Benavente con el embarcadero.

En un aposento del palacio se guardaban
dos mil cuatrocientos vidrios ordinarios
y doscientos cinco vidrios cristalinos
para las ventanas del palacio.
Estos vidrios sólo se colocaban en las ventanas
cuando los reyes estaban en el Palacio.
En la plaza de toros, situada en el interior,
se celebraban tanto corridas como luchas entre toros y leones.
Desde las galerías que daban al río se presenciaban
los espectáculos que se organizaban en éste:
naumaquias, lanzamiento de toros al agua, etc.

El río fue aprovechado tanto por su valor piscícola
como por su carácter lúdico
mediante un cenador y paseos en galeras y góndolas reales.

Dentro del río se levantó un cenador con paredes de celosía
al que se subía por una escalera cubierta.

El palacio se unió al resto del entramado palaciego de la ciudad
a través de dos embarcaderos, construidos a ambas orillas del río.

Las embarcaciones estaban engalanadas con banderas,
estandartes con escudos y gallardetes con diversos motivos.
Destacaba la galera San Felipe, bautizada así en honor del rey
y pintada por Santiago de las Cuevas:
«un cielo de damasco azul y dorado guarnecido con franjón de oro».

En 1604 el general Pedro de Zubiaurre construyó
un ingenio hidráulico, cerca del Puente Mayor,
para subir el agua del Pisuerga para los huertos y los jardines.
El italiano Domitio Peroni describía así el ingenio
en carta a su señor el duque florentino:
«Este agua la sacan por medio de trompas del río y la hacen salir fuera del río y más alto de la tierra, unas 14 brazas por encima, a través de ciertas vigas perforadas. Y desde la primera viga donde está el conducto e ingenio, parte un acueducto que la conduce hasta el jardín. Y el acueducto es de leña como un canal acomodado y armado sobre ciertas vigas gruesas fijadas al terreno cada 20 brazas. Y será este acuaducto alrededor de media milla de largo y alto por encima de la tierra 14 brazas».

*** 


En 1601 el Gran Duque de Toscana, Fernando de Medici,
regaló al Duque de Lerma una fuente para los jardines de su Palacio,
fuente de la que se había encaprichado el de Lerma
y que llegó a Valladolid al año siguiente:

Había sido realizada por Giovanni Bologna hacia 1565
para el Gran Duque de Francisco de Medici,
quien la emplazó en su Casino de Florencia.


Esta obra es mencionada en sus textos
por Vasari, Milanesi, Borghini y Baldinucci.
Su dibujo original se conserva en la Galería de los Uffizi de Florencia,
boceto en el que se puede ver cómo era inicialmente el conjunto.


La taza estaba formada por cuatro alvéolos sujetos por tritones.
En su centro se levantaba el grupo escultórico “Sansón y el filisteo”.

Fue la única fuente realizada por Juan de Bolonia para los Medici
que salió de Florencia,
y era una de las más valoradas del artista
(que a su vez era en aquel momento un escultor muy renombrado).

Recreación: Domus Pucelae

El Duque de Lerma quiso otra escultura similar,
para colocarla en una fuente pareja.

A lo largo de 1604, Domitio Peroni, al servicio del Duque de Toscana,
mantiene correspondencia con Florencia
acerca del jardín del Duque de Lerma y las fuentes:

«Las Magestades frecuentan bastante el jardín del señor duque de Lerma en estos días de buen tiempo. Y esta Semana Santa se hará un altarcillo con bellísimo aparato con ocasión del sepulcro [Se refiere al sepulcro que se está construyendo el Duque en la iglesia de San Pablo].
El señor Duque, para dar gusto a sus Magestades, pone todo estudio en hacer bello el dicho jardín y habitaciones que en él hay.
Se ha ampliado más de la mitad y se agrandará aún más el jardín, donde, según el diseño, tienen pensado mover aquella fuente de donde la habían puesto, que venía a ser el centro – y ahora por el crecimiento del jardín queda a un lado – y ponerla centrada.
Pero no la moverán hasta que el Carducho, pintor florentino, haya dado al señor Duque una respuesta, haviéndole S. E. encargado de escribir a Florencia para ver si se encuentra una parecida a ésta para comprarla. Porque encontrando una igual, no moverían ésta. Y la otra que tuviesen la pondrían en el centro de la otra mitad del jardín.
Verdaderamente se ve que en materia de fuentes no se podría hacer al señor Duque más relevante placer. Y que de éstas gusta más que de ninguna otra cosa, haviendo conducido tanta agua a su jardín que sería bastante para más de cuatro fuentes».

En otra carta de 1604, Peroni insiste sobre el tema:
«La fuente que desea el señor duque de Lerma
para acompañar a aquélla que le mandó S. A. hace años».

Ese mismo año, en una tercera misiva
Peroni informa al Duque de Toscana
que el Duque de Lerma ha ampliado su jardín
y que, debido a las prisas en remodelarlo,
la nueva estatua pedida ya no servirá de pareja a la del Sansón
que con la ampliación del jardín había quedado desplazada, pues,
«haviendo considerado que no se podría tener sino tras largo tiempo y que era aún dudoso conseguirla, se resolvió mover aquella de Sansón y ponerla en medio de todo el jardín, acompañada con otras cuatro fuentecillas».

«Ahora el Duque ha comprado de la parte de dicho jardín casi toda la ribera que hace perspectiva de la parte de aquí hacia la ciudad. De manera que digo que, teniendo el señor duque el humor en esto, es verosímil que otra fuente no le sería sino queridísima».

La estatua sigue resultando útil
porque el ambicioso proyecto del Duque prevé nuevas ampliaciones:
«aún así creo que si mandase aquí un bella fuente, sería extraordinariamente aceptada. Y este próximo año llegaría oportunamente porque el proyecto del señor Duque es que, de la otra parte de la casa, en la ribera del río, se haga otro jardín de la misma forma de éste que está ya hecho y terminado. Y aquella parte se empieza ya a circundar con muros. Y en esta parte estará la entrada principal del jardín y por una calle se llegará a la casa. Y de la casa se pasará a la otra parte del jardín que ahora está hecho».

La construcción de la fuente continuó
pese a no ser ya requerida como compañera del Sansón.


Con el tema “Sansón y el león”,
y también como regalo del florentino
(previas discretas mediaciones diplomáticas),
fue realizada por el escultor Cristoforo Stati, terminada en 1607
y enviada por Fernando de Medici a España.


En la segunda mitad del siglo XVII el historiador Filippo Baldinucci
mencionaba el envío de la estatua de Giambologna a España:
«por el gran duque Fernando,
expedida de regalo al duque de Lerma en España,
junto a otra en la que está Sansón abriendo la boca al león,
hecha por Cristoforo Stati de Bracciano».

No hay más referencias documentales a esta segunda estatua.
No se sabe dónde se ubicó una vez llegada a España.
No se sabe qué ocurrió con ella después.

En 1623 el grupo escultórico de Giambologna
fue regalado al príncipe de Gales, futuro rey Carlos,
junto con un cuadro de Pablo Veronés,
con ocasión de una estancia del príncipe en España.
En un escrito remitido al Rey se relata lo sucedido:

«Se fue a ver la huerta de Su Magestad acompañándole el Conde de Monterrey, el Duque Boquingan y su Embaxador ordinario y el Conde de Barajas y don Rodrigo Enríquez.
Vió todo lo que avía que ver en ella y contentóle tanto la statua de Cayn y Abel que estava en la fuente grande y una pintura de Paulo Veronese, que dio a entender gustaría de llevarlas, y la Junta dio orden al Veedor de las Obras que se las diese juzgando que Vuestra Magestad lo tendrá por bien y que no se podía escusar aviéndolas pedido y dexó un criado allí para sólo recivirlas».

Al salir de España la obra llevaba el título de “Caín y Abel”
(porque como tal fue interpretada la escena en la corte española)
y de este modo fue conocida durante mucho tiempo en Inglaterra.

Ese mismo año Jerónimo de Angulo solicitaba licencia para adquirir
una nueva figura que rematase la taza
y recordaba que las figuras que se llevó el príncipe de Gales
«valían... mucho y eran de grande estimaçión;
por lo menos no ay ahora en España quien las pueda hazer».

Pero en 1653 se ordenó la entrega de la taza
para instalarla en El Pardo,
contra el parecer de los encargados del jardín de la Ribera,
que avisan de que se está
«echando a perder el mejor jardín que tiene vra. magd.»


En 1654, el sobrestante Santiago Vaca remitía a sus superiores
un dibujo, conservado en el Archivo General de Simancas,
de la nueva fuente que sustituyó en Valladolid a la florentina.
No se sabe a dónde ha ido a parar esta fuente.

En 1655 la taza florentina fue enviada a los Jardines de Aranjuez.
Por entonces era conocida como Fuente de los Tritones.


Allí se le dotó de un nuevo remate:
una escultura de Baco realizada por el flamenco Jacobo Jonghelinck,
como se ve en los grabados de Meusnier y de Álvarez Colmenar
y como se mantiene en la actualidad.


El Sansón de Juan de Bolonia ha terminado
en el Museo Victoria y Alberto de Londres.

Se sabe mucho sobre lo que ocurrió con el Sansón de Giambologna
pero hasta hace poco apenas se recordaba el de Stati.
Hacia 1996 era propiedad de un coleccionista suizo;
en la actualidad se encuentra en el Instituto de Arte de Chicago.
En Aranjuez hay una figura similar que puede ser una copia.

*** 


El portugués Tomé Pinheiro da Veiga
tuvo ocasión de ver la Huerta, sus jardines y sus fuentes,
y los describió en su Fastiginia.
Vida cotidiana en la corte de Valladolid:
«En esta huerta hay campo para todo género de caza, y frente al palacio viejo unas casas, galerías y jardín y las calles con celosías de madera pintada sobre el río. […]
Está el jardín repartido en cuatro cuadros, con cuatro fuentes de invenciones, y en el medio una de alabastro que al duque mandó el duque de Florencia, que tiene las figuras de Caín y Abel, cosa tan perfecta que, como si fuera de Mirón o Policleto, la hallo digna de mandarse de Italia a España.
Está el jardín acompañado de casas, galerías, barandas, que vienen al río de un lado a otro, con lo que queda más hermoso y apacible; tiene casas de pajarillos con árboles en que se crían, y otras curiosidades. Las casas, así las altas como las bajas, están todas llenas de las más hermosas pinturas que hay en España, y muchas de ellas originales de Urbino, Miguel Ángel, Ticiano, Leonardo, Mantegna y otros más modernos, que fueron los Apeles, Timates, Zeuxis, Parrasios, Protógenes y Apolodoros de nuestros tiempos».

*** 


En un dibujo de Ventura Pérez quedaron plasmados
el ingenio de Zubiaurre, el Puente Mayor, las aceñas, el Espolón.
Y un toro en el agua
(aunque tal como lo pintó Ventura Pérez podría ser cualquier cosa).

*** 


En el fondo de un retrato de la infanta Ana María Mauricia
realizado por Juan Pantoja de la Cruz en 1602,
actualmente conservado en el Museo de Historia del Arte, de Viena,
desde una ventana se ve el Pisuerga a la altura del Puente Mayor.

Pantoja de la Cruz, nacido en Valladolid hacia 1553,
fue retratista oficial de las cortes de Felipe II y Felipe III,
y, cuando la corte se trasladó a Valladolid,
acompañó a Felipe III, y allí realizó algunos retratos destacados,
como el del propio monarca (Colección BBVA, Madrid),
el de la reina Margarita de Austria (Museo del Prado, Madrid),
el del Duque de Lerma (Colección Duque del Infantado, Madrid)
y el de la Infanta Ana Mauricia.

La infanta, hija de Felipe III y Margarita de Austria,
fue la primogénita de sus ocho hijos
y nació en Valladolid el 22 de septiembre de 1601,
cuando sus padres se alojaban en casa de los Condes de Benavente.
Cuando el 7 de octubre se celebró su bautizo en San Pablo,
la familia ya estaba instalada en el Palacio Real.
(Ana Mauricia de Austria casará con Luis XIII de Francia,
y será madre del futuro Luis XIV, el “Rey Sol”).

Don Felipe encargó a Pantoja de la Cruz un retrato de su hija.
La niña tenía dos meses,
aunque el pintor colocó su rostro sobre un cuerpo algo mayor.

La situó en el interior de una estancia
en la que por una ventana abierta al fondo se ve un paisaje.
Es una de las pocas vistas de Valladolid realizadas en esos años
y permite ubicar la escena en una de las salas
del palacio de los Condes de Benavente en el que nació la infanta,
en el ala orientada hacia el río, con galerías sobre el Pisuerga.

Recreación: Domus Pucelae

En primer plano se ve el Espolón (zona urbanizada hacia 1700),
por donde pasan unas caballerías.

En el río se distinguen embarcaciones,
tres aceñas o molinos harineros junto a una presa
y parte del Puente Mayor (actualmente muy reformado):
los cinco arcos inmediatos a la otra ribera,
con la primitiva Puerta del Puente, un portazgo
que daba beneficios aduaneros al convento de San Pablo.
(La Puerta del Puente fue demolida en el XIX).
No existe todavía el pretil del puente formado por bolas,
que fue colocado en 1603.

Al fondo se puede ver, a la derecha, una plaza
y, a la izquierda, un puentecillo que da acceso a la Huerta del Duque,
que se extiende paralela a la vegetación que bordea el cauce.

Enfrente de la Puerta del Puente
se encuentra el Humilladero del Cristo de la Pasión,
que perteneció a esta cofradía penitencial.
Fue derribado en 1815.

A su derecha está el hospital de San Bartolomé,
que dio nombre a la plaza.
El lugar será escenario en 1812 del enfrentamiento
entre los invasores franceses y las tropas que defendían la ciudad.
El convento será demolido en 1837.

Todo estos alrededores del Palacio de la Ribera han desaparecido,
sustituidos por bloques de edificios
construidos a partir de los años 70 del siglo XX.

*** 


Una litografía del siglo XIX plasmó el entorno
poco antes de su desaparición: una perspectiva del puente
desde el Barrio de la Victoria, junto a la Huerta del Rey,
con la Puerta del Puente ya transformada en arco triunfal,
reforma que se había realizado en el siglo XVII.
Junto a la puerta, una venta y dos iglesias,
la de San Nicolás y la de San Agustín.

*** 


El 11 de junio de 1606 el Palacio de la Ribera
pasó a formar parte del Real Patrimonio
cuando el duque de Lerma lo vendió a Felipe III
para integrarlo en la “Huerta del rey”,
los terrenos que había ido comprando el monarca junto al río.

Sin embargo, ese mismo año la corte abandonaba la ciudad
y el Palacio de la Ribera perdió su esplendor.


Tras el regreso de la corte a Madrid, el palacio fue poco utilizado.
Se realizaron pequeñas obras en el siglo XVII,
para las visitas de Felipe IV en 1660 y de Carlos II en 1690,
pero la realeza lo fue olvidando.
Según un inventario de 1703, el palacio tenía
quinientos diecinueve cuadros y un abundante y lujoso mobiliario.
Pero a lo largo del siglo XVIII todo ello se fue desperdigando.


Tras un grave proceso de deterioro del palacio,
en 1761 el arquitecto Ventura Rodríguez aconsejó su derribo.
Previamente fue desmantelado.
Sus materiales se utilizaron en otros edificios.


Actualmente, el Ayuntamiento ha recuperado dos muros,
y restos de cimentación que estaban ocultos por tierra y maleza.
Sólo eso queda.


Cuando se echa la vista al pasado, Valladolid emerge
como una gran ciudad fantasma,
una ciudad de edificios magníficos repletos de obras de arte,
brillantes construcciones de otros tiempos
que ya no existen ni tan siquiera en el recuerdo.

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